Veinte años del volantazo galáctico que le dieron a la música Thom Yorke y sus Radiohead con “Ok Computer” (97), el álbum más influyente de los noventa. Tras su debut con “Pablo Honey” (93), con la intensa y melodramática sombra de Creep como bandera, se hizo la luz con el magnífico “The Bends” (95), distanciándose del grunge, creando un sonido y discurso propio y, aunque ya se podían palpar las texturas de lo que estaba por venir, el siguiente giro fue tan grande que se llevó por delante al reinante britpop y sembró las bases del indie.
Pink Floyd y King Crimson en una nave espacial noventera capitaneada por el Miles Davis de “Bitches brew” (70), acompañados por la épica de los mejores U2, la mágica densidad de una banda sonora de Morricone y un buen puñado de alienígenas fans del “Sgt. Pepper's” (67) como polizones. Un viaje orwelliano en un mundo terroríficamente tecnológico en el que, a pesar de todo, se sigue colando la esperanza entre cada una de sus doce canciones. Reflejo del individualismo feroz en el que comienza a calar una glaciación emocional sin precedentes, la ansiedad y vulnerabilidad de cruzar el vacío de la nada sin ningún apoyo trascendente, sólo con la ayuda de las muletas de la tecnología, prolongación de un cuerpo inerte. Radiohead visionó y plasmó la alienación posmoderna de nuestros días como nadie aún lo había hecho en un disco.
“Oknotok 1997 2017”, para celebrar este aniversario la banda nos regala una lujosa reedición en la que, al disco original remasterizado a partir de las cintas analógicas originales, suman ocho caras B y tres pistas inéditas: la bella e hipnótica “I Promise”, primer adelanto en el que la acústica avanza junto a una batería a ritmo de marcha militar, con Yorke cantando como un ángel caído bajo una envolvente y creciente sesión de cuerdas, “Man of War”, con unos teclados atmosféricos y riffs que giran en una tormenta eléctrica y la vibrante “Lift”, pista que habría brillado en cualquier trabajo de la banda.
La magia y frescura de “Ok Computer” está intacta. Un trabajo que narra el viejo miedo de un mundo dominado por las computadoras, sin singles claros, para escuchar de principio a fin, en el que los instrumentos acústicos se entrecruzan sutilmente con los eléctricos, los arreglos orquestales con la electrónica y todo te estalla en los ojos, como la explosiones de colores y luces entre las que se abre paso en el universo el astronauta de “2001: Una Odisea en el Espacio” (68). Suenan los riffs amenazantes de Jonny Greenwood en “Airbag”, la descomunal “Paranoia Android” o el repetido grito catártico (“uptight!”) de “Subterranean Homesick Alien” y besamos la lona como aquella primera vez. Dos décadas después seguimos estando ante un disco del futuro. Al fuego lento de “Exit Music (for a Film)” no sólo mueren y resucitan Romeo y Julieta una y otra vez, sino que nacen bandas como Coldplay o Muse. La intensidad y melodía sobrecogedora de “Let Down” o “Karma Police”, sonido empapado por las meditaciones universales de una angustia compartida, eclosionan y marcan el rumbo de una nueva sonoridad desgarradoramente compleja, preciosista y sutil a partes iguales. El tiempo pasa, pero “Ok Computer” sigue siendo esa explosión interestelar que rompió las barreras del rock.
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