No voy a decir nada que su fiel base de seguidores no sepa a estas alturas, pero no cabe duda de que Quique González es el autor que, con el tiempo, mejor ha sabido adaptar a nuestras coordenadas el rock americano de corte más clásico. Ese que parte de la electrificación de la tradición folk de los sesenta, para mezclarse con el country y dejarnos un reguero de discos clásicos que van de Bob Dylan a Ryan Adams pasando por John Mellencamp.
Su nuevo trabajo, lejos de ser una excepción, lo afianza todavía más en su peculiar maestría a la hora de adaptar la tradición de genuino sabor americano a nuestras coordenadas. Gracias, sobre todo, a su envidiable capacidad para lograr que sus letras en castellano, sus historias, floten etéreas sobre la capa de esos acordes mil veces tallados y retallados en el inconsciente colectivo de los más roqueros.
Decía mi compañero Eduardo Izquierdo, cuando reseñaba el anterior disco de Quique González titulado “Delantera Mítica” (Lasttour records 2013) que el madrileño había cambiado el terciopelo de “Daiquiri Blues” (Sony 2009) por el cuero. Una chupa que se va puliendo, a la vez que desgastando, en un álbum que mantiene las coordenadas del anterior, sabedor de que son las que mejor le sientan a su fisionomía.
Temas como “Sangre en el marcador” beben del “New York New York” de Ryan Adams con un tempo menos acelerado. En “Charo” se marca un dueto con Carolina Morgan que sabe a genuino country-rock hispano al igual que sucedía en “La Fábrica” de su anterior álbum, pero con la salvedad de que no hay necesidad de grabar en Nashville para crear un sonido tan genuino como empacado. De hecho el álbum se ha registrado en Cataluña bajo la batuta de Ricky Falkner (Standstill, Egon Soda) y cuenta con la aportación de Los Detectives, la banda de la última gira de Quique capitaneada por César Pop (piano, acordeón) y las guitarras de Edu Ortega y José María 'Pepo' López. Un lujo que deja huella en la arrebatadora “Orquídeas” (enorme ese estribillo apuntalado por la mandolina) y que te acaba por dejar noqueado con el folk melancólico y confesional de “La casa de mis padres”.
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