En su discográfica siguen apostando por Hundred Reasons tras las dificultades que los ingleses atravesaron en un pasado reciente con sellos y búsquedas de identidades musicales propias. Así, han cogido las maletas y se han ido a grabar nada menos que a Riga –capital letona- un puñado de canciones que cada vez son más y más arquetípicas en su forma y resultado: guitarras a mitad de camino entre lo duro y lo pulido, producciones del montón, letras que más bien son el rosario de un adolescente atrapado en el cuerpo de un adulto y en medio un pasaje instrumental para intentar engañar al oyente ganando en profundidad (con la consabida fórmula “un minuto de ambiente abstracto + teclas espaciadas entre sí = aparente solemnidad”). Vale, después de la instrumental aparece “The Shredder”, lo más noise que han hecho Hundred Reasons últimamente, pero eso son dos minutos y uno tiene la sensación de que es el grito desesperado de unos chicos británicos que quizá no han tenido el camino artístico que de ellos se esperaba. Ni el comercial con el que ellos mismos se frotaban las manos.
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