In Times New Roman
DiscosQueens Of The Stone Age

In Times New Roman

9 / 10
Adriano Mazzeo — 15-06-2023
Empresa — Matador
Género — Rock

¿Tendrá Queens of the Stone Age a partir de este "In Times New Roman" su merecido lugar en el podio del rock? ¿Cuántas bandas surgidas en los 90´s están en condiciones de ser consideradas clásicas? Es que otra vez, como viene sucediendo desde 1998, lanzaron un disco con chicha, limonada y ahora le agregaron extra de hiel, suspicacia y desconfianza en forma de riffs y melodías más-grandes-que-la-vida.

Basta con una sola escucha para llegar a la conclusión de que si la vida de Josh Homme está plagada de tribulaciones puede ser una putada para él, pero -dicho esto con total respeto- ¡cuánto bien le hacen a su música! El gigante pelirrojo funciona a combustión de mala hostia y la situación traumática que atravesó con su ex esposa, su diagnóstico de cáncer y las muertes de sus queridos Mark Lanegan y Taylor Hawkins, ayudaron a que este disco sea así de potente. Una placa que embandera el dolor y su (intento de) liberación. Un álbum que juega en la primera división de los discos a fuerza de despeche y vacío existencia al que hay que sumar el hecho de que la formación de la banda sea estable desde hace un tiempo. Otro factor a favor de este nivel de efectividad y solvencia.

Pero vamos a los detalles de este trabajoso tour melódico y polvoriento. "In Times New Roman" es un trabajo que abraza el pasado del grupo -tiene la oscuridad de "Like Clockwork", el gancho de "Era Vulgaris", el blues psicótico de "Lullabies To Paralyze"- y lo proyecta a fuerza de frescura; aquí la música de Josh Homme y los suyos puede colgarse merecidamente el envidiado mote de atemporal.

Los aciertos son numerosos, desde esos riffs heróicos que siguen conmoviendo -aún con la presión de competir internamente con los que Homme creó para discos anteriores- a unos arreglos vocales impecables: falsetes teatrales y guturales que huelen a tabaco húmedo, todo rodeado de armonizaciones que convierten cada tema en un potencial hit. Por cierto ¿será Josh Homme alguna vez valorado como vocalista del modo que realmente lo merece?

“Obsenery” arremete como una locomotora retrofuturista a la que le falta una puesta a punto, pero que igual, a fuerza de oficio, se lleva por delante lo que encuentra en su camino. El desengaño amoroso inaugura su protagonismo con una frase maestra, cantada en perfecto falsete, como si lo interpretara un coro de cotorras en ácido “¿No es un poco extraño simular estar despierto? ¿Crees que romperemos como una bofetada en la cara?”

“Paper Machete” es la hermana evolucionada de la enorme “If Only” del disco debut. Solo de guitarra inspirado y gestos minimalistas que engrandecen la leyenda; aquí un simple golpe al unísono de timbal base y caja hace que todo tenga sentido, lo demás es privilegio extra.

En tercer lugar, “Negative Space” muerde con un riff cortante y una letra que coquetea con el espacio y su delirio cósmico pero al fin y al cabo habla de lo que todo el disco: desazón y resentimiento deluxe.

“Time & Place” es un muestrario de idoneidad en el arte de hacer una canción rock sin caer en convencionalismos. El juego de guitarras contestándose con certeza y el golpe exacto en cada intención de la batería del talentoso Jon Theodore, edifican un hit de alucinación que traza el camino a la inductora de ansiedad “Made To Parade” donde Homme se convierte en una suerte de Bowie desconfiando del pop. Para cuando llega “Carnavoyeour”, uno de los simples adelanto, la resignación hace frente a la frustración y con talante poético poblado de guitarras y voces gemelas, da paso al escalón menos firme de la placa, la veloz y poco novedosa “What The Peephole Say”.

Pero la marea vuelve a cambiar y Homme arremete con “Sicily”, una composición de la familia de la viscosa “Keep Your Eyes Peeled”, que dispensa un machaque para disfrutar con ojos entrecerrados y los nervios a flor de piel “Mírame a los ojos, vengo a deleitarme.

La recta final está signada por dos extremos. El corte más sencillo, “Emotion Sickness”, representa un ansiado momento de respiro. La tensión reinante da algo de espacio a la armonía placentera y a un riff con gancho que podría haber sido compuesto por Jack White. En el otro rincón y última posición del tracklist aparece “Straight Jacket Fitting”, viaje neblinoso hacia lo desconocido otra vez a bordo aquella locomotora moribunda, a punto de quedarse sin carbón. Del dark blues a pasajes de grandilocuencia casi operística, y otra vez aflora en la voz (las voces) de Homme ese espíritu en plan Bowie, en este caso infusionado en algún tipo de pócima estupefaciente. En las últimas intenciones del tema, antes de su outro acústico, que finalmente entrega algo de paz, se nota el vuelo catártico al que este disco expuso a su creador. Sobre todo, cuando la letras expresan “Estoy tan harto de este lugar. Que llegue la cura. Ven y cúrame. Ahora. Los buenos perros se acuestan”.

Queremos que Homme encuentre esa ansiada cura. Sí, pero nos preocupa que ese antídoto lo inhiba de continuar editando discos excelentes una y otra vez.

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