Que un grupo tan asilvestrado y excéntrico como el trío londinense Yak pase de un sello minúsculo a una multinacional puede, visto lo visto, chirriar y mover a sospecha. Dicho esto, soy de los que opinan que no hay nada malo en intentar llegar al máximo público posible, siempre y cuando uno no pierda los papeles. Y “Bellyache”, robusto arranque del segundo trabajo de los británicos, despeja cualquier duda: ritmo a lo Bonham con una cadencia vocal irresistible. Después, “Fried” retoma el garage rock desaliñado que les sienta tan bien.
Uno se espera, pues, una afortunada repetición de la jugada. Pero, sorpresa, en la canción que da título al disco llegan los aires cincuenteros gospel que evocan a unos Spiritualized vitaminados, con enérgicos breaks de batería al final. No es una impronta casual, porque en “Words Fail Me” inciden en un desconcertante ejercicio de soul vintage y cierran con la exquisita “This House Has No Living Room”, junto al mismísimo J. Spaceman.
Su lado salvaje se refina sin perder pegada. Es imposible resistirse al bajo distorsionado y cavernícola de “Blinded By The Lies” o a la pulsión kraut del single “White Male Carnivore”, donde miran de frente al macarreo de unos Idles, además de encontrar gasolina en el mismo malestar. En “Pay Off vs The Struggle” exploran el funk a su manera, con resultados abrasivos. Y en “Layin´It On The Line” resucitan las glorias psicodélicas de Stone Roses o The Verve, pero con suficiente chicha.
Es complicado discernir si el segundo disco de Yak es un salto adelante o al vacío (su líder Oli Burslem, se dejó la salud y hasta el último penique de su bolsillo para sacarlo adelante en los históricos estudios RAK). De lo que no cabe duda es de que los británicos, además de tomarse la molestia de no repetir su debut, tienen algo sustancial entre manos.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.