Vale que otros -con muchos menos argumentos- lo hagan, pero no ellos. No tienen por qué, no necesitan demostrar lo bien que tocan ahora ni lo punks que eran en 1978, porque siguen siendo punks en 2004, y eso es cualquier cosa menos distorsión y rabia fingida para estimular la nostalgia.
¿Qué sentido tiene, entonces, que los Mekons celebren su veinticinco aniversario regrabando canciones de su primera época, cuando todavía eran un furibundo colectivo amateur de Leeds, y Chicago no era más que una nota de peso en las biografías de Beiderbecke y Trumbauer? Al fin y al cabo, se bastan con su más que estimulante madurez para alimentar la voracidad de sus fieles seguidores, y siguen esgrimiendo a la perfección un izquierdismo bien entendido que es aún la mejor prueba de su validez. En realidad, la razón de ser de “Punk Rock” es mucho más evidente de lo que parece, más todavía que la de dar de nuevo vida a “The Quality Of Mercy Is Not Strnen” sin tener que negociar con Virgin. Los Mekons son algo más que un grupo. Son un clan al que este disco ha reunido en su principio más básico de funcionamiento. No hay aquí la menor autocomplacencia o ambición económica. Sólo entropía y DIY. Sólo música inconformista y aguda. Naïf, intencionada e incómoda. Tremendamente real. Y tan poderosa como en 1978.
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