La feliz noche en la que el cosmic-disco le sacudió dos sopapos, con la mano abierta, al minimal devolviendo a las madrugadas parte de su magia y emoción sonora este jipi guapeao, llamado Prins Thomas, se coronó como amo y señor del trasunto. Ahora este vikingo titular -que se reafirma a través de este nuevo “Príncipe del Norte” como adorador de los míticos Can y de Tangerine Dream, pero también de KLF, Michael Rother y The Orb- ocupa un lugar de privilegio para los que flipamos con propuestas de su brillantez, atemporalidad y carga tóxica.
El caso es que este nuevo álbum contiene nueve temas tan largos -entre ocho y catorce minutos- que sin duda saciará a sus muchos acólitos y, quizá, agotará a los que no lo son tanto. A través de los mismos Prins Thomas se entrega, en cuerpo y alma, al ambient espacial y cósmico, a ese sonido sintetizado, psicodélico, progresivo y yonqui que te hará viajar por países pequeños y continentes grandes, sin necesidad de salir de debajo del edredón.
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