Pocas bandas han combinado y alternado el sólido rock de guitarras y la electrónica con la efectividad y fiabilidad de Primal Scream. Pocas o quizás ninguna, al menos al nivel mantenido por los escoceses durante ese periplo que comenzó a mediados de los ochenta y se ha extendido a lo largo de más de tres décadas de carrera. Un itinerario en el que Bobby Gillespie y compañía también han coqueteado con el indie de querencia shoegaze de sus comienzos, el ambient-dance de principios de los noventa, o un pop más definido. De uno u otro modo y a cada nueva parada, el grupo ha venido sumando hasta cosechar una retahíla interminable de canciones inteligentes, sugerentes o intachables, distribuidas entre multitud de discos notables, alguna obra menor, y referencias imprescindibles para la música contemporánea.
El presente recopilatorio presenta un recorrido cronológico (todo este tipo de productos deberían respetar esta premisa tan básica) que permite apreciar, entender y alucinar con la capacidad evolutiva (e involutiva) de la formación, en cuanto a preferencias, creatividad e intenciones se refiere. Un total de treinta y un singles seleccionados de entre los once discos de estudio del grupo, que se agrupan en doble compacto adornado con desafiante (y consecuente) portada. Un lanzamiento que, precisamente, evidencia esa capacidad de los británicos para alumbrar la canción idónea, en ocasiones traducidas en radiables éxitos en potencia y otras muchas (la mayoría) como piezas anómalas, viscerales y capaces de desencajar al receptor.
El viaje comienza con temas de los dos primeros trabajos del combo: unos “Velocity Girl”, “Imperial” o “Ivy Ivy Ivy” extraídos de "Sonic Flower Groove" (Wea, 87) y "Primal Scream" (Creation, 89), en donde el grupo todavía mostraba una versión primigenia de sí mismo, probándose a medio camino entre el incipiente shoegaze y los sonidos contenidos en la casete C86 (Rough Trade, 86) lanzada por el semanario New Musical Express. Fue justo después cuando llegaría el punto álgido del grupo (o al menos uno de ellos), con la publicación del seminal "Scremadelica" (Sire, 91) y el auge de la cultura de clubes, el acid house y el éxtasis como droga de moda, lo que resultó traducido en atmósferas del tipo de “Movin' On Up”, “Higher Than The Sun”, “Loaded” o “Come Together”. Por su parte, “Jailbird” o la inmortal “Rocks” son aquí representantes del irregular "Give Out But Don't Give Up" (Sire, 94), con el que el grupo retomó ese rock clásico de guitarras influenciado por MC5, The Velvet Undergrund, Stooges o The Rolling Stones.
"Vanishing Point" (Sire, 97) significó una nueva experimentación con excelentes resultados y, aunque sin descuidar del todo su anterior faceta, la electrónica tomaba un definitivo peso específico con el que apuntalar momentos misteriosos y a día de hoy aún vigentes como “Kowalski”, “Burning Wheel” o “Star”. Una especie de borrador de lujo para lo que vendría a continuación, aquel arrasador "XTRMNTR" (Astralwerks, 00) con el que, coincidiendo con la llegada del nuevo siglo, sorprendían al mundo aupándose de manera categórica a los altares de la vanguardia. Fue gracias al impacto de composiciones como “Kill All Hippies”, “Accelerator” y, sobre todo, la lisérgica “Swastika Eyes”. Un súmmum que tuvo continuación lógica y obviamente menor (aunque también algo infravalorada) en "Evil Heat" (Sony, 02), que incluía momentos tan cool como la versión del “Some Velvet Morning” de Lee Hazlewood junto a la modelo Kate Moss, “Autobahn 66” o la speedica “Miss Lucifer”.
Cuatro años tuvieron que pasar para que la formación regresase a escena, al tiempo de recuperar su faceta más guitarrera y saltearla con una veta de pop descarado que, en realidad, resultó favorecedora. Un giro concretado en (el de nuevo injustamente menospreciado) "Riot City Blues" (Columbia, 06), que incluía el clásico instantáneo “Country Girl”, además de otras dianas obvias como “Dolls” o el medio tiempo “Sometimes I Feel So Lonely”. Por su parte, "Beautiful Future" (Warner, 08) fue una entrega menor que incidía en el perfil más inofensivo de la banda, pero que aún así dejó cortes disfrutables como la inapelable “Can’t Go Back”. Tras un largo silencio de cinco años, los de Glasgow regresaron con el excepcional More Light (Ignition, 13), obra inspiradísima, jugosa y que aunaba los dos principales mundos de Primal Scream en canciones como “2013”, “It’s Alright, It’s OK” o la sinuosa “Goodbye Johnny” firmada por Jeffrey Lee Pierce (de The Gun Club). Chaosmosis (Ignition, 16) es la última entrega del grupo hasta el momento, y resultó un volumen más accesible y luminoso de lo habitual tras contar con numerosas colaboraciones vocales femeninas de renombre, caso de Sky Ferreira en “Where The Light Gets In” o Haim en una “100% Or Nothing” que ahora cierra la presente referencia.
Primal Scream han sido tremendamente imaginativos y brillantes en sus mejores momentos, pero igualmente válidos, creíbles y necesarios en cualquier otro instante de una trayectoria anárquica y variopinta. “Somos una de las últimas bandas auténticas de rock que hay en el planeta. Todavía somos unos románticos tío” me espetaba al otro lado del teléfono el magnético Gillespie en febrero de 2016, con motivo de una entrevista promocional concedida para este mismo medio. Y, atendiendo al compendio histórico –trascendente y absolutamente apabullante– que representa "Maximum Rock ‘N’ Roll" (Sony Music, 19), no queda otra que dar la razón al espigado vocalista.
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