Casi inmediatamente tras convertirse en una mega estrella de la escena SoundCloud, Post Malone comenzó a dar indicios de que a la mínima oportunidad que tuviese intentaría probar sus dotes por fuera del trap pop que lo encumbró de la noche a la mañana. Ya evidenciada una relación complicada con su rap persona, a mediados de la década pasada prometió que en algún momento en que aflore su madurez se convertiría en cantante de country/folk, como algunos de sus héroes que aprendió a admirar en su infancia tejana ¿Tendrá también que ver esta obsesión con el hecho de haber nacido un 4 de julio?
No está del todo claro si Malone alcanzó esa supuesta madurez, pero el hombre de los dibujitos en la cara se calzó el sombrero de ala ancha y haciendo uso inteligente de su influencia (y presupuesto) contrató a la crema del género para las tareas de producción y composición e invitó a cantar cuanta superstar pudiera, para dar forma a “F-1 Trillion”. Esta lista de hitazos que dura casi una hora (sin contar los nueve temas en solitario que se han agregado a la versión extendida del disco, lanzada solo unas horas después) es un auténtico bombazo… Según como lo mires.
Es que el potencial comercial es enorme, no solo por las canciones en sí y un audio que roza la perfección, sino porque sorprende gratamente cómo Malone se divierte en estas arenas: su voz suena completamente natural e idónea, aunque el contexto sea novedoso. La dulzura en sus giros vocales nos hace olvidar de sus tatuajes faciales y su nota es tanto o más alta que cuando retomó exitosamente el repertorio de Nirvana, en plena pandemia y con vestido floreado.
“F-1 Trillion” es un disco de pop ultra comercial, por más que la interfaz de world music estadounidense le quede que ni pintada. Con ello cae en las típicas pequeñas desgracias de la mayoría de este tipo de lanzamientos: suena repetitivo y complica la escucha completa a fuerza de falta de novedad. Se erige como un trabajo más bien apto para oídos aficionados al género, atentos al detalle y capaces de valorar los guiños más específicos de una cultura que mueve millones, pero fundamentalmente dentro de los límites de su país.
Respecto a las canciones en sí y a los invitados estrella, la nómina es tan obscena como efectiva. Con Hank Williams Jr., Malone juega a los gangsters del Far West; Morgan Wallen, tal como viene haciendo hace tiempo, convierte en oro (literal) cualquiera de sus apariciones y el dueto en “I Had Some Help” no es una excepción. Las aportaciones de figuras intergeneracionales como Luke Combs, Brad Paisley o la mismísima Dolly Parton dan un carácter de comunidad agradable al disco mientras Malone sigue logrando credibilidad adaptando clichés culturales obvios del country, de esos que roban sonrisas cómplices, incluso con ironías que podrían ser motivo de polémica.
A sus veintinueve años, el neoyorquino entra por la puerta grande del mundo cowboy. Lo dijo Brad Paisley cuando le dio la bienvenida al escenario del Grand Ole Opry de Nashville: “Welcome To Country Music”. Habrá que ver si Malone toma la membresía vitalicia o sigue sacando jugo a su talento en otros contextos sonoros. Lo cierto es que con este álbum, tachó un pendiente en muy buena forma.
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