Ya no es que el post rock pueda volver (¿alguna vez se fue?, que les pregunten a Mogwai), tal y como se cuestiona la nota de prensa del primer álbum de los valencianos Hiss: es que lo suyo es mucho más que esa etiqueta acuñada por Simon Reynolds a principios de los noventa. La pareja que forman Adrián Camáñez (a quien podéis encontrar también en Gazella) y Jose De La Fuente, “Dela” (lo mismo en GASCØIIIGNE), se explaya en estos ocho cortes sobrados de clase, muy evocadores, que combinan profundidad de campo – es uno de esos discos que apetece escuchar a todo trapo y con unos buenos auriculares – con un tacto mucho más subyugante que lacerante. Ellos dicen que su primer single, “Kintsugi”, nació durante la pandemia, y que este "POST" (publicado en diciembre pasado) lo hizo justo después de la Dana que arrasó varias poblaciones cercanas, y el título hace honor tanto a esa necesidad de comenzar desde cero como a su condición de epílogo a la era de los géneros estancos. Esa proyección post – todo también la unen al recuerdo del "Post" (1995) de Björk, a punto de cumplir treinta años.
Hay una cualidad cinemática en cortes como “Preem Palver”, con su punto sci fi, y (sobre todo) en “SOTF”, que recuerda a algunas de las bandas sonoras de Jonny Greenwood (Radiohead) y funcionaría como correlato sonoro a una escena de persecuciones de coches en un futuro distópico, salvo cuando a su mitad se relaja en un remanso de paz hasta que el ritmo irrumpe de nuevo bajo vaharadas de sintetizador. Resabios de la escuela Warp que derivan en algo mucho más ambient – bueno, entre ambient y dream pop – en “7:17”, la única que por textura y voz puede recordar de verdad a Gazella: la voz acreditada a Nido es la de Raquel Palomino, su vocalista. Hay paisajismo en “Después de”, que sirve como una suerte de paréntesis (con interferencias, quién sabe si como reflejo del ruido mediático con el que la actualidad nos trastorna, al estilo de los Low de sus últimos dos trabajos) antes del segundo tramo del álbum. Este, ya sí, marcado por algo que podríamos entender como post rock en su acepción más ortodoxa, con “Restart” y la escalada guitarrera de “Seth Lover”, único corte que podría imbricarse en el canon de Mogwai y acólitos. No hay aburrimiento ni vulgaridad en esta media hora larga.
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