Cada vez parece más claro que las mujeres son las encargadas de mantener viva la llama del rock, algo que ya habíamos visto con ejemplos como Courtney Barnett, Savages o Mitski. Ahora llega el debut en un sello grande de Porridge Radio, la banda de Dana Margolin, una joven con muchas cosas que decir y canciones perfectas para expresarlo.
Su método compositivo parece basarse en utilizar mantras repetidos hasta la catarsis y sus canciones están llenos de momentos en los que Margolin canta en bucle una frase logrando un efecto chamánico. Hay una polaridad entre lo que canta y cómo lo canta, este no es un disco para escuchar de fondo, Margolin y los suyos requieren tu atención completa, cada palabra, aunque sea repetida, resuena como una revelación en unas canciones que beben de casi todo el rock de guitarras de los últimos cuarenta años, del post-punk al britpop, del indie rock al revival garajero de comienzos de siglo.
El disco se abre con “Born Confused”, una de las mejores canciones del mismo, Margolin no pierde ni un segundo en demandar tu atención (“I’m bored to dead, let’s argue”) antes de demostrar que son capaces de entregar melodías que Justine Frischmann firmaría orgullosa, pero, más allá de las comparaciones, la banda busca sus pequeños sellos de distinción, en este caso un maravilloso violín que acompaña el mantra de la canción “gracias por abandonarme, gracias por hacerme feliz”, con esta última parte repetida hasta la saciedad con Margolin diciéndolo de una manera cada vez más desesperada y menos acompañada por la banda, hasta que se convierte en un grito de angustia que contradice su propio significado.
Luego llega “Sweet”, la canción con la que, como muchos, les descubrí. Venía acompañada del típico 'hype' que rodea a muchas de las bandas británicas de guitarras cuando sacan su primer disco, pero más allá de las habituales loas del NME, la canción fue aclamada por gente como Shirley Manson de Garbage, que la calificó de su nueva canción favorita, o Everett True, el periodista que subió a Kurt Cobain en una silla de ruedas al escenario del Festival de Reading, que, tras escucharla en directo, les llamó la mejor banda del mundo. El caso es que responde a las expectativas, Porridge Radio vuelve a sacar petróleo del viejo pozo del calmado/fuerte, logrando que vuelva a sonar fresco. Y eso es gracias a la devastadora sinceridad de su cantante, que se expone al máximo con un nuevo mantra “I am charming, I am sweet” con el que trata de autoconvencerse, aunque no suene nada segura.
“Don't Think Me Twice”, comienza con un punto angular a lo Gang Of Four, entran unos coros angelicales que recuerdan a Elastica y luego aparece un estribillo que es pura gloria pop, podría parecer que eso es todo lo que tiene que ofrecer pero la canción sigue otros derroteros, vuelve el inicio angular y los coros pero esta vez la tensión va creciendo hasta romperse en un estribillo que es pura anarquía punk, con ecos a la Karen O de los primeros Yeah Yeah Yeahs. Aunque al final vuelve el estribillo power pop y los coros angelicales con otro de esos mantras que tanto le gustan: “I don't know what I want, but I know what I want”. Y, a pesar de la contradicción, te la crees. “Long” trae a la mente a la primera PJ Harvey, la intensidad que alcanzan al final es épica, sobre todo cuando están repitiendo “I'm wasting your time / I'm wasting everything”, hasta que llega el giro final con ese “I'm glad it's not me”, dicho con la mayor levedad posible.
“Nephews” y “Pop Song” dejan entrever la sombra de The Cure, mientras que “Give/Take” vuelve a demostrar su maestría melódica. “Lilac” es otro de los puntos fuertes del disco, con nuevos toques de violín unidos a su instrumentación indie, Margolin vuelve a jugar fuerte con la repetición, incluso haciéndose un ligero guiño con ese momento en el que comienza a repetir “I'm stuck, I'm stuck…”, hasta lo que parece el infinito, pero la guinda llega al final con el refrán que mejor resume este disco: “I don’t want us to get bitter, I want us to get better / I want us to be kinder to ourselves and to each other”. Es una frase que Mangolin canta con una ex pareja en mente, y así comienza como algo muy personal, susurrado a la persona más cercana, pero, según va subiendo la intensidad, la fuerza de su banda lo convierte en un eslogan para gritar con miles de personas alrededor, lo individual convirtiéndose en colectivo gracias a la fuerza de la música.
Luego llega “Circling” una especie de vals dream pop que anticipa el final del disco, donde llegan las dos canciones más sorpresivas en lo musical, en “(Something)” se deja notar la influencia de Charli XCX en una canción en la que la voz de Margolis está pasada por el autotune, el disco se calma definitivamente y, sin respiro entre las dos, llega “Homecoming Song” que cierra el disco con otro mantra repetido a fuego "There's nothing inside". Escuchando “Every Bad” uno no puede sino dar la razón a Margolis, ya no le queda nada dentro, se ha purgado y vaciado por completo en estas once canciones que colocan a su banda en la rampa de los “next big thing”.
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