Podemos decirlo alto y claro: el segundo disco de Pony Bravo se digiere despacio. Al menos se aconseja hacerlo así. Los sevillanos, quizá conscientes de la expectación generada y déficit de mitos actuales, han hecho una buena jugada. Se han tomado su tiempo para profundizar en su cultura diaria (“Ninja de fuego”, coplilla veterana del repertorio), destrozar al libre mercado con su propia medicina cínica (“Super-broker”), dañar tabúes junto a Za! (“Noche de setas”), indagar en el porqué de su amor por Lee Perry (“Pumare-ho!”, un ‘guarda forestal’ que esquivará a las radios) o advirtiéndonos que el peinado muere pero la Tierra pervive (“El campo fui yo”). Místico y cachondo a partes iguales como las grandes noches, alternativo en el sentido que esta palabra nunca debió perder, “Un gramo de fe” es eso precisamente, comida casera en forma de música, sin lata, la opción de vivir en este siglo escuchando kraut mediterráneo y no enloquecer en el intento. Y por si fuera poco, disponible en descarga gratuita bajo licencia Creative Commons: Pony Bravo, como los valientes, hacen la propaganda por el hecho.
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