Stung!

Los discos de Pond han ido luciendo cada vez más ambiciosos, mientras esa alianza paralela y entreverada con Kevin Parker de Tame Impala tenía continuidad de una u otra manera. Una sinergia a todas luces lógica que cristaliza por su propio peso, con miembros compartidos entre ambas bandas y el liderazgo de quienes podrían ser dos de los tipos más talentosos de la psicodelia contemporánea en Australia. Sea como fuere, el grupo liderado por Nicholas Allbrook entrega un nuevo álbum (el que hace décimo en quince años) que, a grandes rasgos y en efecto, podría haber llevado la firma de Tame Impala… o de MGMT.

Hace tres años que vio la luz un disco destacado dentro de la discografía de Pond como fue “9” (Spinning Top, 21), en un pico de inspiración que ahora se confirma con la presente entrega. “Stung!” combina esas texturas psicodélicas con un ramalazo de indie-pop colorido y bien armado que resulta determinante la hora de dejar algunas de las mejores canciones del grupo hasta la fecha. Una referencia aderezada además con otros géneros que aportan tintes inéditos, tras reservar para las formas y maneras habituales composiciones como el esplendoroso single “(I'm) Stung”, “Elf Bar Blues”, el medio tiempo sugestivo “O, UV Ray”, “Neon River” o la final “Fell From Grace With The Sea”. También destaca el pop atractivo de “Constant Picnic”, el funky indisimuladamente deudor de Prince en “So Lo”, la new wave de “Last Elvis” o el rock setentero a lo Led Zeppelin de “Black Lung”.

“Stung!” es un disco más que notable de Pond, al que su propia codicia puede haber jugado una mala pasada concretada en exceso de celo. Porque, si bien entre las catorce seleccionadas hay mayoría de dianas, no es menos cierto que el conjunto resulta algo excesivo y queda la sensación de que, de haber quedado convenientemente acortado en torno a diez piezas, el elepé hubiera presumido de redondez y pegada definitiva. Una obra que, en cualquier caso, se degusta con satisfacción y facilidad, gracias a una pluralidad estilística bien entendida que, lejos de dispersar el objetivo global, enaltece el valor de la obra.