El noveno disco de POND en trece años (una productividad impresionante, más teniendo en cuenta los cambios de formación) viene bautizado sucintamente con ese número, tiene las mismas canciones… e introduce novedades. Como hacen otros ilustres australianos y neozelandeses, la psicodelia se da la mano de forma natural con el R&B, la electrónica y la música de baile en temas con un pie en el pasado y otro en el futuro.
Impelidos por la necesidad de darle un meneo a la rutina en que creían estar cayendo -pese a que el pop depurado de su anterior “Tasmania” (19) dejó buen sabor de boca-, decidieron subir el tempo y partir de improvisaciones plasmadas en cinta como los mismísimos Can. Un costumbrismo marciano tiñe las letras, según confiesa Nicholas Allbrook, cuyo optimismo ve la luz al final del túnel. Todo suma en un trabajo variado y luminoso en el que condensan su concepción híbrida del pop.
El futurismo de “Song For Agnes”, sus coros, arreglos orquestales y baterías explosivas, destaca como versión más afilada de los últimos Arcade Fire. El ritmo hipnótico del espléndido single “Human Touch” es otra muestra de la enorme huella del rock germánico en sucesivas generaciones. En “America´s Cup” se ponen a bailar el ritmo de Prince, una de sus influencias reconocidas. Son tres mundos que definen la variedad que vamos a encontrar: baladas funk marcianas (“Take Me Avalon I´m Young”, “Gold Cup Plastic Sole”), incursiones exitosas en la electrónica de baile (“Pink Lunettes”, “Rambo”), en el futurismo atmosférico (“Czech Locomotive”) o en el pop luminoso y delicado (“Toast”). Todo hecho con mucho gusto, aunque pierdan algo de fuelle al final.
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