Play

Qué bonito. El prototipo de tipo neo-paliza de los noventa vuelve a editar un disco. ¿Con qué nos querrá sorprender ahora? Pensando en los cambios radicales (pero cíclicos) de su carrera, le toca el turno a un nuevo intento de pseudo-punk-rock-lo-hago-duro-por-la-cara. ¿Y qué? Su dance del pasado era frío, y tenía un tufillo a fiesta bakalaera que echaba para atrás; el rock, aunque quería, no ofendía en absoluto; y el ambient se confundía a veces con un zumbido pretencioso que rezumaba educación new-age petarda. Sin embargo, no es solo que «Play» sea el mejor disco de Moby, sino que hace olvidar todas esas pretensiones del pasado; porque, esta vez no ha intentado jugar a crear paisajes sobadísimos, sino que se ha sacado de la manga algo que, aunque no lo sea, suena a fresco, a cercano, a nuevo, y a mucho sudor. ¿El truco? Sencillo y efectivo: rescatar grabaciones de blues de los años veinte, y combinarlas con ritmos de hip-hop machacones en la primera parte del disco, mezclándose poco a poco con canciones de trip-hop suavecito, y acabando en un ambient mucho más modesto y efectivo que el de antaño. ¿El resultado? Uno de los discos más apetecibles y agradecidos de la temporada, y la rendición de los odiadores vitales de Moby. ¿Y del pasado quién se acuerda?