Land of Sleeper
DiscosPigs Pigs Pigs Pigs Pigs Pigs Pigs

Land of Sleeper

7 / 10
Fran González — 21-03-2023
Empresa — Rocket Recordings
Género — stoner rock

Como un elefante en una cacharrería, el quinteto británico Pigs Pigs Pigs Pigs Pigs Pigs Pigs arranca su portentoso cuarto álbum de estudio, “Land of Sleeper” (Rocket, 23), abriéndose paso a manguzadas y codazos y con la fiereza y la autodeterminación propias de quien busca sentenciar una declaración de intenciones. La de Matthew Baty y compañía es simple: reivindicar dentro de la escena independiente ese sonido doom y stoner, tan enterrado y olvidado en la actualidad en favor de otros géneros que sí han sobrevivido a su particular revival. Mucho nos tememos que el intento se quedará en eso, en un tiro al tablero que finalmente cae fuera sin anotar. Pero mientras el balón da vueltas, tentándonos con la posibilidad, rescataremos de la propuesta de esta agresiva formación más de un elemento para ser potencialmente disfrutado.

No hay límites en esta singular ráfaga de catarsis visceral ni intención de hacer de “Land of Sleeper” un álbum accesible y al uso, pues tal y como demuestran con esas borracheras instrumentales en las que se agolpan de forma caótica bombos, cuerdas y platos, Baty y los suyos tan solo buscan crear el perfecto artefacto que les ayude a sacar de dentro hasta el último de sus fantasmas personales. Con su tono airado y casi atávico, la formación de Newcastle pondrá a prueba las cervicales del más pintado, echando mano de sus mejores y más abrasivos riffs de guitarra, unas demoníacas cadencias percutivas y una euforia desgañitante y áspera empleada en sus letras, con las que generarán un todo que nos remitirá con acierto a nombres de mayúscula pegada, como Kyuss, Electric Wizard o Sleep.

El inconveniente quizás resida, precisamente, ahí. Pues en los 90s, muy seguros estamos de que Pigs Pigs Pigs Pigs Pigs Pigs Pigs habrían abandonado el ostracismo y el DIY en favor de ser una de las bandas de primera línea del sonido más pesado y oscuro. Pero a pesar de estar viviendo tiempos en los que sacar un álbum de estas características sea un acto de valientes, los británicos no sacrifican sus ganas por hacer lo que les da la auténtica y real gana. ¿Que quieren marcarse solos infinitos en los que sus letras prácticamente se vean reducidas a aullidos de pura violencia? Pues ahí tienes “Atlas Stone”. ¿Que quieren armar una suerte de aquelarre satánico, con coros tenebrosos que ponen la piel de gallina? La escalofriante “The Weatherman” nos dejará con las patas vueltas. ¿Que quieren hacernos viajar al pasado y ahondar en la fina línea que separa el punk-rock más intenso del heavy metal más primigenio? Con “Pipe Down!” tendremos la sensación de tener al mismísimo Ozzy Osbourne en nuestros auriculares.

La razón más convencional les premia, y por algo “Mr. Medicine”, su corte más inmediato, melódico y pegadizo, es también el más reproducido. Pero eso no les alienta a dejar de lado lo que mejor saben hacer: erigir un progresivo y escalonado castillo de rabia y alboroto, de estructuras impredecibles, donde solo priman sus intenciones por dar voz a sus anhelos más primarios y a sus particulares triunfos (“We’re finally feeling like we’re alive. In memory of our inner beasts, in memory of our self esteem”, cantan en “Terror’s Pillow”). El placer de no doblegar su carácter y permanecer fieles, tras una intensa década, a ese sonido que tan bien les define, es, por ahora, su más visible recompensa.

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