Punisher
DiscosPhoebe Bridgers

Punisher

7 / 10
Raúl Julián — 19-06-2020
Empresa — Dead Oceans / Popstock!
Género — Pop

La californiana Phoebe Bridgers dejó buenas sensaciones con su debut, ‘Stranger In The Alps’ (Dead Oceans, 17), un trabajo publicado hace tres años con el que pasaba a formar parte de esa lista cada vez más numerosa que engloba una nueva generación de féminas con especial sensibilidad, fuerza intrínseca y talento a partes iguales. Una liga en la que Bridgers comparte espacio con nombres como los de Aldous Harding, Angel Olsen, Julien Baker, Adrianne Lenker o SOAK, y en la que todavía no ha logrado definir su estatus definitivo con claridad.

La vocalista vuelve a dejar impresiones positivas con su segundo álbum, afrontando un importante y evidente paso al frente con respecto al estreno, pero todavía insuficiente si se trata de tomar posiciones destacadas dentro de la organización. ‘Punisher’ es, en cualquier caso, un disco notable, generoso en emoción y sentimiento, además de impecablemente arreglado para la ocasión. Un total de diez temas y una inquietante introducción titulada “DVD Menu” que vuelven a probar las virtudes de la angelina a la hora de componer piezas conmovedoras y cercanas al folk clásico de Nick Drake, por ejemplo en “Garden Song” o “Graceland Too”. La autora también se acerca puntualmente al pop algo más descarado y acelerado en “ICU” y, sobre todo, el single “Kyoto”; y sabe cómo mantener la esencia espiritual de las canciones al tiempo de envolverlas con un capa de actualización sonora, tal y como sucede en “Chinese Satellite” o la propia “Punisher” que da título al álbum. Por su parte, “Halloween” podría haber pertenecido a Sufjan Stevens y “Moon Song” a Chan Marshall –aka Cat Power–, quedando la vigencia de “I Know The End” como desgarrador y creciente final de la referencia. ‘Punisher’ es, en definitiva, un disco cocinado a fuego lento y que necesariamente deben degustarse con idéntica calma para que surja la empatía.

Si bien no propicia una euforia desbordante, Phoebe Bridgers convence con su nueva obra y consigue que las esperanzas puestas en ella se mantengan intactas, tras confirmarse como seguro de buen gusto e inspiración contrastada. La suya apunta a una de esas carreras meditadas, disciplinares y que avanzan de forma progresiva y sin grandes aspavientos, a la espera de firmar un manifiesto definitivo con el que destacar soberanamente sobre el resto de competidoras. Mientras llega ese momento, sigue siendo un placer diseccionar cada una de sus entregas.

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