¿Te acuerdas?

La reaparición de los murcianos Perro en el festival Canela Party de hace casi dos años nos recordó lo mucho que les echábamos de menos. Y es que en esta era del revival eterno no andamos tan sobrados de grupos que combinen vitalismo gamberro, inteligencia, nervio y personalidad. Bueno, pues la sequía ha llegado a su fin, y la banda reaparece con el respaldo de Sonido Muchacho y un cuarto álbum en el que destilan y amplían sus virtudes. ¿El mejor que han hecho? Podría ser. Masterizado por el mismísimo Bob Weston (Shellac), nada menos. Del estudio El Mirador de su tierra (al que han vuelto junto a su técnico Marco A. Velasco) a Chicago.

Que ellos mismos se tomen a chufla casi todo –las esperpénticas ilustraciones de Rafillo que ilustran el disco lo dejan claro–, y que en las letras jueguen con esas referencias costumbristas tan de coña puede engañar a los despistados. Pero sus canciones no son ninguna broma. A ver cuántos estribillos tan gloriosos como el de “Escucha pariente” nos llegan este año. El cuarteto pone toda la carne en el asador en un arranque inmejorable, completado con “Gracias, de nada” (la huella de Dinosaur Jr es larga) y la oscurita “Coches chungos, trompos guapos”.

De hecho, a lo largo de todo el disco se llevan a su terreno ciertas influencias siniestras o post-hardcore sofisticadas (“Alguien te mira”, “Dramones y mazmorras”), sin perder de vista esa especie de robusto kraut de pasajes hipnóticos (“Me vas a perder”) que es su seña de identidad (junto a los trepidantes ritmos con cencerro, claro). Eso sí, son perfectamente capaces de ponerse más pop (“Y si no revienta”, “Mañaco”), un poco matemáticos (“Ejercicios de fe”) o bailongos (“Me duele España”), sin perder su alma insobornable. Si hay que volver, que sea así.