Abrazar la experimentación desde escenas diferentes y tener la mente abierta y hambrienta para seguir arriesgando y dialogando productivamente entre géneros, con la curiosidad intacta a cada paso y la pasión por la exploración rítmica como latido, mezclando una amalgama de estilos con técnica controlada y sin miedo ni alas, sólo con el impulso del riesgo como motor para saltar a un nuevo abismo creativo: del flamenco al punk, pasando por los sones africanos y el post-rock, la psicodelia y la música antigua, la electrónica y el free-jazz, el noise y el dub, los boleros y un omnipresente espíritu dadaísta que corre como caballos de neón desbocados por las venas de la noche. Cuentan que Perrate vio en directo, a finales de 2021, al inclasificable dúo catalán ZA! y quedó prendado por la radicalidad y virtuosismo que presentaba la propuesta. Poco después, desde el ciclo de Música y Museos en Sevilla, le propusieron al cantaor utrerano de pura cepa, colaborar con música original… Perrate lo tuvo claro, buscar una nueva vía flamenca y proponerles el juego a ZA! La sintonía fue total y la actuación conjunta, una bendita locura de rotundo éxito. Ahora, por fin, nos llega este “Jolifanto” (24) como disco debut grabado en estudio, en el que plasman esa magnética energía que los tres músicos transmitieron en aquel primer llameante concierto.
“Jolifanto” es la palabra que abre “Karawane”, el esencial poema fonético dadaísta de Hugo Ball, recitado por el poeta alemán por primera vez en 1916 en el mítico Cabaret Voltaire, provocando una conexión y trance colectivo total, con Ball desvaneciéndose y el público tomando el escenario. Esa rabiosa vanguardia que rezuma “Karawane” ya la absorbió Perrate en su magnífico “Tres golpes” (22), cincelando sus “versos” por tonás y quejíos dadaístas en lo que fue la pieza más rupturista del álbum, destruyendo el lenguaje y salvándolo al mismo tiempo, huyendo del significado y liberando la voz con su propio canto fonético primigenio. De ese vórtice creativo provocado por la tensión más alquímica, entre la improvisación más salvaje y lo detenidamente planificado, parte esta suerte de afiladísimo tridente conformado por ZA! (Papa Dupau y Spazzfrica Ehd) y Perrate en “Jolifanto”, una imprescindible aventura en la que se entra como cuchillo al rojo vivo en la manteca, pero de la que no querrás salir y, cuando lo hagas (si es que puedes), saldrás distinta, distinto… avisadas y avisados estáis.
El magnético exorcismo de polirrítmias y metamorfosis sónica lo inicia una circense trompeta y nerviosas percusiones, mientras Perrate pregona inmerso en una bruma onírica, abriéndose y aclarándose poco a poco, hasta terminar por colisionar en un enjambre noise de distorsiones que nos provocan los primeros sudores y quemaduras. Y, sin que nos dé tiempo a tocar tierra, de nuevo saltamos por los aires con la majestuosa “Seguirilla MIDI”, con Perrate arañándonos por dentro a base de un soniquete ancestral marca de la casa, áspero y orgánicamente cubista, con un sabor a madera que se funde entre palmas y una desenfrenada rave en la que no nos importaría arder hasta el final de los días. De la raíz más profunda a más allá de Orión, casi nueve minutos de genialidad y radicalismo sonoro que, por sí solos, ya bien merece la pena este viaje sin retorno hacia otra galaxia.
Las percusiones, el trance y los sones negros siguen su curso en “Steve Kahn” (fotógrafo fascinado por la figura de Diego del Gastor), con el Perrate más instintivo y tribal en continua ebullición; hechizo que continúa con la pieza titular, “Jolifanto”, jondura que reflota y se sumerge en una atmósfera fantasmagórica, “abrazando la tierra” entre el ritual y un mal sueño electrónico-industrial que nos empuja mar adentro.
La Cara B comienza con un pulso rítmico grave que nos mastica a cada embestida, “Tomaseando”, como si estuviéramos intentando salir de un gigantesco “mitad piano de cola, mitad monstruosa ballena”, recorriendo su laberíntico y oscuro vientre de cuerdas percutidas en busca de la luz al otro lado, con Perrate dejando fluir su flow flamenco como una cascada natural que se torna lava ardiente.
“Tarareos” arroja resplandores y compás flamenco por los cuatro costaos a ritmo de tangos, con palmas y una guitarra eléctrica que suena mora y jazzística al mismo tiempo, mientras Perrate hace suya la “Matita de romero” del Lebrijano: “Ay, el primer amor yo no sé qué tiene, / que se mete en el alma y salir no puede. / Ay, por dios, matita de romero, / ay, Jesús, que olvidarte no quiero”.
Dos joyas más (altamente inflamables) de cierre, “Posible soleá”, con Perrate cantando a morir por La Serneta, “arrojado al mar y encontrando su centro” quejío a quejío, mientras ZA! acechan como “octavo pasajero” en la sombra, sembrando de tensión y sonidos futuristas el ambiente, preparándonos para una explosión rítmica final que amenaza con devorarnos el corazón en cualquier momento, acelerando a modo de funk en llamas y metamorfoseando en bulería sabrosona bajo una tormenta de riffs y distorsiones. Y “tú me estás matando y yo no puedo más, / y yo me voy contigo donde me quieras llevar”. Fin de fiesta rumbero con “La milonga”, por momentos camaleónicamente cibernética y alucinógena, pura fantasía adictiva que nos deja con ganas de mucho más.
Veneno del bueno, puede que no para todos los públicos, pero sí para valientes. Recuerden, “Jolifanto” de Perrate y ZA!, desde ya uno de los discos del año.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.