Caminaba absorto por uno de esos grandes almacenes donde la cultura se vende al por mayor, cuando de pronto noté que una cara familiar me observaba. Me detuve y contemplé unos ojos oscuros, enclavados sobre un rostro tallado por una vida cargada de excesos. Alargué el brazo e hice mío el último disco de Lou Reed. ¿Un directo? Un directo, pensé, no debe ser muy atractivo cuando lo graba alguien que, en una nutrida discografía, ya tiene varios. Craso error, ya que el newyorkino ha conseguido reinvertarse una vez más al escuchar versiones tan deformadas de lo que fue la realidad como en "Vicious"," Perfect day", " Kids" o " I´ll be your mirror". Crean una sensación de estupefacción, que inevitablementete vuelve a reenganchar con un personaje básico. Y si a todo esto le sumamos tres temas nuevos (entresacados de sus incursiones teatrales),y una banda que hace saltar chispas, sólo te queda esbozar una sonrisa y rendirte ante -otro- genial ejercicio de estilo.
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