Un latir continuo invade, de principio a fin, este “Never Gonna Die”. Pennywise no necesitan presentación alguna y, para qué mentir, este álbum tampoco. Mentiría si dijera que es algo totalmente nuevo lo que nos traen los californianos. O si os contara que el sonido es totalmente distinto a lo que habíamos escuchado hasta ahora. Pero lejos de decepcionaros con un simple “es lo mismo de siempre”, mejor os diré eso que tanto nos gusta oír acerca de las bandas que tanto nos han marcado: siguen sonando con la misma intensidad y con el mismo sonido que hizo que cayéramos a sus pies. Allí reside la diferencia.
Eran diez años sin material nuevo porque, a pesar de haber lanzado hace cuatro “Yesterdays” con Jim Lindberg, se trataba de canciones compuestas durante toda la trayectoria de Pennywise. Y dar una primera escucha a un álbum en estas condiciones es todo un subidón
Este álbum es todo lo que podíamos pedir a Pennywise: caña pura, crítica y con Jim al timón de las voces. Un latir continuo, sin más interrupciones que la intro a “Can’t Be Ignored”, donde se toman el primer respiro y bajan el ritmo con algún doblaje de tempo o “Goodbye Bad Times”, el tema que más flojea del trabajo en mi opinión.
Es adrenalina. Constante y acertado. Conserva la esencia más pura de la banda, que solo se había perdido con “All or Nothing” -a pesar de ser, para mí, un discazo-, cuando Zoli Téglás pasó a las voces. Cada uno de los cortes sería una razón para proclamar a Pennywise los reyes del punk-rock, si no fuera porque para nosotros ya lo eran.
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