Hay mucha verdad en eso de que en nuestro país a cualquier músico que coge una guitarra acústica y una harmónica se le etiqueta como folk-rock. Y no es menos cierto que si además su música se acerca al sobreexplotado concepto de americana las referencias a las que se le asociará serán sin lugar a dudas Neil Young, Bob Dylan y demás tótems hablando de lo clásico y Ryan Adams, Jeff tweedy y el resto de la pléyade en lo contemporáneo. Pues bien, el donostiarra Plv Havoc consigue superar las connotaciones negativas de este encasillamiento y, tras un primer disco con el que pasó del mero reconocimiento local a festivales del calibre de Ebrovisión o Sonorama, y que le permitió fichar por una grande como Warner, entrega aquí un álbum que, si bien no huye de las referencias antes citadas, si explora además las posibilidades del pop o los universos lo-fi de Bill Callahan o Bonnie Prince Billy. En el camino por pulir su sonido y su personalidad como autor, Havoc ha construido un disco limpio y digno, sin estridencias, y que, y esto es todo un cumplido, no desmerece a las influencias de las que bebe su música.
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