La identidad que Penélope ha conseguido imprimir a “Esto es una locura”, su segundo álbum de estudio (y el primero tras la firma con 4Live Music), es una representación lograda del propio espíritu de un grupo que, a diferencia de lo que sucede con muchas de las bandas de la escena independiente de guitarras en español, no mira a lo que está pasando en Madrid, sino que, desde una posición privilegiada se miran a sí mismos al mismo tiempo que miran al mar. Penélope consuman su segundo asalto al reconocimiento merecido desde Barcelona y no podemos dejar de celebrar la personalidad que les imprime alejarse de las modas pasajeras del resto de la escena.
Hay en “Esto es una locura”, realmente, atisbos de la misma. La selección de canciones –si pensamos en su duración– surte efecto dentro de la escucha: tanto las canciones largas como “Eneatipo7” como las piezas cortas como “Dublins” lo son mucho más por el juego y la comparación entre sí. Penélope, igualmente, ha querido presentar una especie de miscelánea, una carta de servicios, en la que las posibilidades son tan amplias como en la misma vida: pasamos de canciones que beben del “AM” de Arctic Monkeys a un espíritu que reivindica la tradición y la cordura a través de las cuerdas como en “Paciente Cero”. Unas transiciones tan salvajes que el álbum se extiende en el tiempo como el primer día cuando llegas a una ciudad: todo pasa más despacio porque todo es extraño.
Así Penélope se planta en este inicio de curso 22-23 con un proyecto como “Esto es una locura” que debería servirles para abrir las puertas de los festivales de la temporada siguiente. Hay hueco –y si no, debería haberlo– en una escena atiborrada de propuestas indistinguibles para una banda que, desde el primer minuto, sale a dejar claras sus verdades y sus mentiras.
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