Soy consciente de que muchos de vosotros estáis hartos de la marabunta de cantautores plañideros de country-rock que asola los Estados Unidos. Una plaga que incluso ha contagiando a países del otro lado del charco, muy alejados de la luz crepúscular del desierto y las añejas destilerías de bourbon. Pero para eso estamos nosotros, benditos críticos, para separar el grano de la paja y decir lo que sí merece la pena. Y atentos porque este disco de debut del joven de veinte años Dylan Leblanc es de esos a los que hay que prestarle cierta atención, o al menos una escucha si eres amante de Ryan Adams, Gram Parsons, Guy Clark o Townes Vandt Zandt. Con una preciosa voz nacida y modulada para y por el género que practica; un excelente pellizcar de cuerdas de su acústica; más unos elegantes arreglos de cuerda o pedal steel cuando la ocasión lo precisa, las doce canciones transcurren como el tranquilo deslizar de un gran río en el valle. Con la misma serenidad y elegancia, no exenta de un clasicismo tan deudor del pasado como algo académico. No esperes aquí ningún toque diferencial o alternativo ni nada de americana. Esto es más clásico que una barbacoa de perritos calientes, pero justo ahí reside su valía, no pretende ser lo que no es, al contrario, se muestra tan simple y genuino que sus canciones te calan muy hondo.Temas como la estupenda "If I creek Don't Rise" que cuenta con la colaboración de nada menos que Emmylou Harris o la delicada "Emma Hartley" por la que Chris Isaak daría la mejor de sus guitarras merecen, y mucho, la pena.
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