Tanto se ha hablado de Coldplay en las islas, que la espera de este “Parachutes” ha tenido en vilo a más de uno. En principio, no deberíamos fiarnos demasiado de la prensa británica, acostumbrada como está a vendernos gato por liebre. Sin embargo, esta vez debemos reconocer que los tabloides ingleses han acertado de lleno.
A Coldplay, al contrario que a Muse, no se les puede acusar de copiar a Radiohead y mucho menos a Jeff Buckley. La voz de Chris Martin, aunque algunos insisten en compararla a Baby Bird, resulta de difícil ubicación. El sonido del grupo huye tanto del artificio como de la pretensión, apoyando todo su potencial en los cuatro instrumentos básicos (bajo, batería, guitarra y piano). Con esta desnudez formal y aparente sinceridad, Coldplay firman uno de los álbumes más redondos, coherentes y bien acabados de los últimos meses. Misteriosos y agridulces, Coldplay han conseguido hilvanar, a través de diez cortes sin fisuras, un lamento íntimo con intenso calado emocional que, por fortuna, consigue escapar del melodrama. En "Parachutes" nos regalan, además, una de las canciones más bonitas del año: “Yellow”.
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