David Pajo, quien estuvo bien cerca del otro barrio y así abandonar su particular valle de lágrimas – recordemos: su frustrado intento de suicidio en 2015 – sabe cómo seguir destilando emotividad en dosis tan medidas como ajenas a cualquier imperativo de mercado. No busquen aquí ni rastro de la electricidad ni de la electrónica desvencijada de "Highway Songs" (2016), la que fue su primera entrega en muchísimos años recuperando la marca Papa M tras el bloqueo creativo que siguió a su depresión, porque lo que se impone en A Broke Moon Rises (tomó prestado el título a una frase de su hijo, de 29 años, al contemplar una media luna) son las letanías acústicas de tacto artesanal y poso macilento, marcando el tono de un álbum que igual puede recordar a Arvo Pärt o a los últimos discos de Fernando Junquera al frente de Negro.
Sus canciones pueden mostrarse conmovedoras (“Walt's” o “Spiegel Im Spiegel”), contemplativas (“Shimmer” o “The Upright Path”) o fibrosas (“A Lighthouse Reverie”), pero siempre resuenan profundamente frágiles y humanas, pese a la ausencia de un hilo textual. Es música tramada con cuatro guitarras de palo, que no entiende de prisas, trending topics ni de ninguno de los insidiosos aros por los que a diario pasamos en estos tiempos, en los que parece no importar ni el mañana ni el pasado. El fundador de Slint – y miembro en algún momento de Tortoise, Stereolab, The For Carnation o Royal Trux – prolonga así una saga que solo obedece a sus propias reglas. Ingresar en su club siempre reporta recompensa, aunque seguramente a estas alturas solo convencerá a los ya adeptos.
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