Tras marcase en 2014 un álbum como “Caustic Love”, que lo puso en el punto de mira de la actualidad pop de la época gracias a canciones de desgarrada intensidad como “Iron Sky” o “One Day”, Paolo Nutini se marcó un Damien Rice en toda regla y desapareció de la faz de la tierra. Muchos eran los que se preguntaban dónde demonios se había metido el escocés y, salvo alguna aparición puntual en directo en 2017, habíamos olvidado o dado por perdida su prodigiosa voz que le ha valido comparaciones -odiosas comparaciones- con otra garganta ilustre surgida de Escocia como la de Rod Stewart o una mucho más inglesa como la de Joe Cocker.
No están muy claros los motivos por los que Paolo Nutini se bajó de los escenarios y huyo de los focos como de la peste. En entrevistas él se ha limitado a explicar que sintió la necesidad de viajar y conocer los lugares en mayor profundidad de lo que las trepidantes giras le permitían. Sin embargo, también se ha dejado adivinar cierta inseguridad y algún desajuste personal debido a la atención y la fama mal digerida. Lo cierto es que la verdad del asunto solo está en su cabeza, pero lo que aquí interesa de verdad es que este “Last Night In The Bittersweet” es, pese a su clasicismo marca de la casa, un retorno magnífico que proporciona un buen puñado de grandes canciones de corte soul-pop / soft-rock en las que Nutini deja la huella que su rasgada voz de terciopelo negro proporciona como pocas.
“Last Night In The Bittersweet” es un álbum largo de 16 canciones. Lógico si pensamos que han sido ocho años de vacío discográfico que echarse a la boca o los oídos. Un disco sentido y variado, con una bonita capacidad para atraparte y seducirte con esa voz que vale su peso en oro y que muestra la terrible capacidad de su autor para sacar el máximo partido a esos aires retro que pueden tener ahora a Paul Weller ahora a Van Morrsison como referentes vitales. Temas de soft-rock con tintes soul que saben mostrar muy bien ese lado más agradable de la música. Ese que hace que no te importe quedarte a vivir durante un buen tiempo en dulces baladas como "Julianne" o "Take Me The Mine"; en la bella melodía del estribillo de “Through The Echoes” (pieza para lucirse en karaokes o destrozar los tímpanos de los asistentes); que no puedas resistirte a silbar el ritmo trotón de la seductora “Acid Eyes”; te acuerdes de Johnny Cash en “Abigail” o por momentos de referentes de lo políticamente correcto como Ocean Colour Scene o James Vincent McMorrow.
Hay que alabarle a Paolo Nutini que en este “Last Night In The Bittersweet” haya intentado por todos los medios hacer algo bastante más elaborado y menos comercial que lo facturado en sus entregas anteriores, pese a tener el asunto del amor en la diana tematica de nuevo . Quizás sea esa introspección artística mostrada en la actualidad, el motivo real de su desaparición de los escenarios. Un intento nada disimulado por intentar que lo tomen en serio todos aquellos que solo veían en él una voz y una cara bonita. El chico guapo ha dejado de serlo y postula a artista de altos vuelos. Con este disco lo merece.
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