¿Os imagináis cómo sería volver a juntarse con los colegas de tu antigua banda, treinta años después de su disolución? Literalmente, esto es lo que le ha sucedido al trío británico compuesto por Nigel Kirkby, Tony Laming y Rob Silber, quienes tras haber dado por finalizada su carrera tres décadas atrás como miembros de los ya extintos Candystash, sus respectivas partes han reanudado su actividad a distancia y telemáticamente con un nuevo propósito y nombre: Pantomime Horses. Y ojo, porque lo que a priori puede parecer una simple extravagancia motivada por los delirios de una crisis común de mediana edad ha terminado convirtiéndose en uno de los proyectos recientes más llamativos y en uno de los grandes discos tapados del primer semestre del año.
Con su escucha quizás pienses que estás en la noventera Nueva York de Nada Surf o en pleno torbellino de psicodelia en la Gran Bretaña de los 60, pero no. “Forever Polyester” (24) es tan del presente como nuestros días, demostrándonos con su sencillez, calidez humana y apertura de estilos que todavía se siguen haciendo discos como los de antes. “Shall we begin?”, se arrancan cantando para sí en la inicial “YLF”, retomando las cosas donde las dejaron en su día y reconstruyendo su tímido legado con el afán predominante de, ante todo, rendir tributo a su amistad. En su discurso, los de Portsmouth, ahora afincados en Barcelona, reflexionan sobre los más angostos devenires de la vida y del pasado, valiéndose para ello del distintivo tono vocal de Silber, de un generoso arsenal de recursos sonoros de corte retro y de esa renovada honestidad que solo la perspectiva y la edad te ofrecen.
A la vista dejan entrever un evidente catálogo de mayúsculos referentes que no hacen sino engrandecer la proyección de sus entrañables y sensibles once pistas. Un poquito del pop juguetón y luminoso de Gruff Rhys (“Paris Garden”), otra cucharada de la emoción lisérgica de Flaming Lips (“Lily Molita”), un chorrito de melodías al estilo Glasgow sound (“Morning Star”) y la impecable habilidad para parir hits de britpop que miran de tú a tú a los grandes referentes del género (“Two Ice Cream Cones”). Es ahí donde la banda consigue emulsionar con soltura un producto propio, tan capaz de sacudirnos (“Dressed Like Elvis”) como de conmovernos (“Kryptonite”).
Si la cosa se queda aquí, en este curioso experimento melancólico y en un simple brindis al sol con el que recordar con simpática añoranza sus pretéritos días como grupo, es algo que solo sabe el trío. Por lo pronto, “Forever Polyester” es un disco bonito a rabiar y un sorprendente túnel del tiempo que nos conecta con el sonido de una renacida propuesta a la que deseamos de corazón volver a ver en activo antes de que pasen otros treinta años.
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