Se me hace difícil hablar del nuevo disco de Bart Davenport sin recordar, con una sonrisa tonta de felicidad en mis labios, su paso por el Faraday 08. El californiano dio uno de esos conciertos que se recuerda con especial cariño por el encanto y la alegría que despidió. Se presentó solo con su guitarra, y nos conquistó echando mano de un cancionero que es ya de matrícula de honor.
“Palaces”, su cuarto disco, solo hace que confirmar de lo que es capaz este menudo cantante, un pequeño mago a la hora de saltar de década en década y entregar coquetos bocados de pop personales sin fecha de caducidad. La primera cara del disco, formada por las seis primeras canciones, y casi sin querer, suena como el hijo perdido de Postcard Records, justo un segundo antes de que Sarah asomara la cabecita. Lo que sigue es más soul-pop blanco del bueno, con puntuales fugas al rock setentoso (“Born To Suffer” es una de las favoritas a pesar de su alma macarra) y al folk soleado (“Dangerous One”), que deja bien a las claras que Davenport merece salir del agujero negro del desconocimiento en el que se encuentra. El de California pertenece a una santísima trinidad de singers/songwriters de alma pop que completan Josh Rouse y Ron Sexsmith.
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