No parece que lo tenga fácil esta pareja londinense, que lleva tiempo a caballo entre el pop orquestado de sabor inglés y el sonido de tantas y tantas bandas anónimas de pub repartidas por el mundo. Un nuevo álbum, el sexto de estudio, no termina de hacerlos bajar de ese caballo, y las apuestas hoy no se pagan muy altas cuando ya antes te han visto trotar de forma constante, pero sin progresión. Olly Knights y Gale Paridjanian lo hacen bien, demasiado bien. Su corrección es tal, que no despiertan ninguna emoción. Y más que pura sangres, montan elegantes caballos lipizanos mal ubicados en un hipódromo de carreras. Turin Brakes imitan lo aprendido. A su derecha tienen a Coldplay, y en el cajón de la izquierda meten a Radiohead, pero no están a la altura ni de unos ni mucho menos de los otros. En el estudio, los arreglos de chelo y viola –como en el tema de apertura, “Sea Change”– aportan la elegancia que, desnuda y en directo, también consiguen con falsetes y simples arpegios de guitarra. Y “Rocket Song” podría estar cantada por Jeff Buckley, si siguiera vivo... En definitiva, el caballo es bonito, sí, pero al mirarle los dientes uno decide no apostarle como ganador.
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