Los propios miembros de Interpol reconocen que “Antics” era prácticamente una continuación de los hallazgos sonoros de su debut, “Turn On The Bright Lights”, así que había cierta expectación por ver qué camino tomaba la banda en esta tercera entrega.
Los propios miembros de Interpol reconocen que “Antics” era prácticamente una continuación de los hallazgos sonoros de su debut, “Turn On The Bright Lights”, así que había cierta expectación por ver qué camino tomaba la banda en esta tercera entrega. Lo cierto es que “Our Love To Admire” es el disco en el que los de Nueva York demuestran que están encantados de haberse conocido.
Que nadie espere un cambio radical, porque aquí vuelven a primar los trenzados de guitarras crispadas, las atmósferas densas y la voz doliente de Paul Banks comandando unas canciones de digestión lenta y difícil, con excepción de la pegadiza, aunque también clónica, “The Heinrich Maneuvre” o la hipnótica y salvaje “Mammoth”.
Perfectamente conscientes de que a estas alturas se han convertido en un grupo de referencia, Interpol han preferido consolidar sus rasgos definitorios en lugar de aventurarse a experimentos estilísticos, aunque haberlos, los hay. Así, los teclados marcan por primera vez en su carrera el tono de la introductoria “Pioneer To The Falls”, mientras que un octeto de metales en directo lima las aristas de “Wrecking Ball”. Llama poderosamente la atención la elegíaca “The Lighthouse”, un experimento sin apenas percusiones articulado por los lamentos de Banks y las espirales de guitarra de Daniel Kessler, que podría suponer una nueva veta que explorar en un futuro.
Aunque no hayan descubierto la rueda, en la mayoría de sus nuevas composiciones siguen manteniendo viva la inspiración para turbar y emocionar (“Pace Is The Trick” está entre lo mejor de su repertorio) como antaño. Un disco que seguramente encantará a los seguidores de la banda y hará arquear la ceja de nuevo a sus detractores.
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