En agosto, Opeth presentaba su nuevo sencillo como adelanto de su, por aquel entonces, próximo disco. Para sorpresa de muchos, los añorados guturales de la época dorada de la banda volvían a brotar de la garganta del vocalista, líder y guitarrista Mikael Åkerfeldt, después de más de trece años en los que el grupo se rindió al rock progresivo, tomando una dirección más centrada en la música de los setenta. Desde "Heritage" (2011) hasta "In Cauda Venenum" (2019), ese death metal progresivo y oscuro brilló por su ausencia, vaticinando un no retorno a esas raíces crudas donde el sonido del metal extremo clásico de Celtic Frost y Morbid Angel se fundía con la maestría progresiva y metalizada de King Crimson, Yes, Jethro Tull o Uriah Heep, dando también algún chance al heavy metal de Iron Maiden y Judas Priest.
Aunque Opeth nunca dejó de lado el death metal en sus conciertos —siempre han tocado varios de sus temas más míticos y duros en vivo, salvo en una pequeña etapa de menos de un año en 2011—, es cierto que ya no se sentían cómodos haciendo esa música en el estudio. El propio Mikael comentó en su momento que no podría desarrollarse como cantante si seguía gritando, y la verdad es que el tiempo iba pesando sobre su voz, por lo que se notaba que necesitaba dar un giro a su carrera. En pleno 2024, las cosas parecen haber cambiado, y el ahora cincuentón ha decidido volver a agarrarse a esos rugidos que lo hicieron diferencial.
Lo que ha ocurrido para que el quinteto de Estocolmo recupere el sonido que dejaron aparcado en "Watershed" (2008) es algo secundario cuando le das al play a The Last Will And Testament, ya que no es un refrito con un puñado de guturales (seis de sus ocho pistas cuentan con ellos) sueltos para crear hype y contentar al "fan service". Todo tiene su sentido en este decimocuarto disco de los escandinavos, que para nada resulta forzado, y se siente como una combinación exitosa de todas sus épocas, dando lugar a un álbum de cincuenta y dos minutos con muy buenos momentos.
Si “§1” (el signo “§” representa el símbolo de párrafo) puso los dientes largos a muchos cuando se estrenó con su versión recortada (la de estudio se extiende un minuto más con un pasaje orquestal), la genialidad en la que nos sumerge este trabajo conceptual —que relata la historia de un patriarca rico que oculta en sus últimas voluntades los entresijos de una familia acomodada de la época de posguerra de la Primera Guerra Mundial— va in crescendo con “§2”, donde Ian Anderson, de Jethro Tull, ejerce de narrador en las partes más sosegadas y Joey Tempest, de Europe, aporta coros. El frenesí se pausa en “§3”, donde las voces completamente melódicas cubren cada hueco entre progresiones metaleras sinfónicas.
Una de las bandas de metal más importantes de este milenio, y de parte de los noventa, se luce demostrando que puede hacer lo que le dé la gana sin perder músculo. Esa maquinaria engrasada con oscuridad y misterio que ya funciona al 100% en “§1”, “§2” y “§3” suma elementos interesantes en “§4”, donde los ritmos jazzeros y folclóricos empapados de metal y teclados lúgubres dan también protagonismo a la arpista Mia “Miriavyn” Westlund y a la flauta de Ian Anderson. Todo esto se integra en un pack en el que también hay solos de guitarra y golpes de batería excelentes, integrados con precisión y mimo por el recién incorporado Waltteri Väyrynen (sustituyendo a Martin Axenrot), que exaltan los gritos demoníacos de Mikael.
Locura y clase se conjugan de nuevo en “§5”, que nos lleva al meridiano del álbum sin bajar en absoluto el nivel compositivo, con un Mikael nuevamente desatado y mostrando todo su potencial vocal en un tema lleno de detalles a los que merece la pena prestar atención para no perderse nada. “§6” y “§7” siguen moldeando la forja con bastante esmero, siendo esta última la que realmente baja un poco el nivel, dando paso a la elegante balada de cierre, A Story Never Told, exenta de cualquier tipo de berreo como en “§3”.
"The Last Will And Testament" es un gran disco, un regreso a la locura triunfal de Opeth en su forma más enriquecida y teatral. Sin duda, creará debate entre quienes lo consideren redundante e innecesario a estas alturas (lo cual es comprensible en cierto modo), pero al que es difícil ponerle grandes pegas, salvo por el hecho de que la voz en off de Ian Anderson acaba resultando un tanto cansina e innecesaria, y porque “§7” no aporta demasiado. Por todo lo demás, ha valido la pena esperar para disfrutar de este testamento ficticio, infestado de infidelidades, señores infértiles, conflictos entre vástagos y un giro final intrigante que quizá hasta pueda dar pie a una continuación.
¿Y ahora qué? Es una buena pregunta. Que Opeth continúe por este camino en el estudio sería genial, pero quizá lo mejor sea que "The Last Will And Testament" marque una nueva era en la que Mikael, Fredrik, Martín, Joakim y Waltteri (si continúa en el grupo, claro) encuentren su zona de confort compositiva sin forzar. El cruce de death con rock progresivo y las ambientaciones setenteras abrazándose es muy atractivo, pero quizá anteponer la ambición de querer mezclar todo lo que han hecho desde su fundación hace más de 30 años les pueda pasar factura a la larga. Todo se andará.
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