In Cauda Venenum
DiscosOpeth

In Cauda Venenum

9 / 10
Rubén G. Herrera — 16-10-2019
Empresa — Nuclear Blast
Género — Progresivo

Lo primero que nos llamaba la atención del décimo tercer disco de Opeth es su grabación simultánea en inglés y en sueco. Hace casi diez años que la cantante de Roxette, Marie Fredrikssons versionó la pieza de sus vecinos, “Den Ständiga Resan” (El viaje eterno). Un dulce recuerdo de lo que ya sabíamos: que la banda ganaba aún más profundidad en su lengua nativa y que el inglés no deja de ser casi una traducción de última hora. Esta vez la propuesta la han llevado ahora al extremo: “In Cauda Venenum” iba a ser sólo en una profunda semántica sueca, pero en los países nórdicos, a diferencia de los mediterráneos, el inglés está tan instaurado que esta decisión era prácticamente una locura, por mucho encanto que ofreciera a los oyentes más valientes. Pero esta fue tan solo la primera confirmación de las que se fueron derramando de un disco que, podríamos decir, es el más melancólico y tal vez extravagante de Opeth. Y eso ya es decir muchísimo. También es, a todas luces, el trabajo más original, en esta nueva etapa que arrancó en 2011 con “Pale Communion” (14) y tuvo una majestuosa continuidad en “Sorceress” (2016). Tal es mi convencimiento, y estoy seguro de que la gira de 30º aniversario de los suecos, en 2020, lo demostrará.

Ya desde la portada, nos encontramos con un álbum plagado de simbolismo en torno a las relaciones de poder. El trabajo a los pinceles del genio Travis Smith vuelve a enfrentarse con el reto de hacernos pensar, y a coquetear con un enigma. El nivel de onirismo arranca aquí, en su concepto gráfico de portada y título, ese “In Cauda Venenum” (El veneno está en la cola), una expresión latina que hace alusión a postergar lo malo para el final, usándose como símbolo el escorpión (y su aguijón) algo que Opeth ya empleó anteriormente y pudimos ver explícitamente en las artes digitales de su primer adelanto, “Hjärtat Vet Vad Handen Gör/Heart In Hand”. Dice Jean Chevalier en su Diccionario de los Símbolos que el escorpión es un animal cuyo nombre muchas culturas evitan nombrar por ser maléfico: nombrarlo sería desencadenar fuerzas contra uno mismo. De manera semejante tal vez, Opeth nos va introduciendo en su mitoanálisis con tintes de cabaret, prog setentero, folk, jazz fussion y hasta krautrock, sin darnos la oportunidad de encontrar nada demasiado evidente.

Pero vamos a lo concreto: la recompensa por la espera, es inmediata: el riff inicial de esta “Heart In Hand”, esos versos entrecortados, esa forma de resolver inesperadamente hacia acordes mayores, o esos puentes cortos que juegan al despiste, o los magistrales volantazos narrativos que induce la impronta de Martin "Axe" Axenrot con sus pasajes de batería, son marca de la casa. Del mismo modo, bastan tres segundos del segundo adelanto, “Dignity/ Svekets Prins” (“Príncipe de la traición” en sueco), con ese coro inicial que está pensado para convencer al instante y que a los fans les den ganas de sacar sus tarjetas de crédito y arrojarlas contra las pantallas. Menudo arranque. Una pieza acompañada por un speech del histórico primer ministro sueco, Olof Palme, en el nuevo año de 1969, quien en 1982 fue asesinado, en un crimen aún sin resolverse (…cuántos discos de metal progresivo versan sobre esto, en realidad). Este emotivo arranque, no es que nos lleve a un discurso politizado, en absoluto, sino que más bien nos pone en mente algo también muy vigente hoy: la reflexión en épocas de ruptura.

Sin embargo, el apartado lírico en inglés es completamente libre, y algunos textos cambian por completo. No hay más que ver la traducción del siguiente corte: que en sueco se llama algo así como “La superficie de la memoria”, y en inglés, un ambiguo “Crimen pasional”. “Minnets Yta /Lovelorn Crime”, en cualquier caso, nos trae la pieza más asumible del disco, un medio tiempo que se recrea majestuosamente en sentimientos de nostalgia, tan habituales en la discografía de Opeth. Una pieza que funcionaría incluso para aquellos que no son fans de esta banda. Claro que los suecos no se alejan de sus manierismos, pues le sigue “Charlatan”, coronando la cara experimental de este disco, con su sintetizador caótico, su arranque djent y grabada, sorprendentemente, sin guitarras, con tres bajos dos de ellos haciendo las líneas más agudas a base de modulación y abuso del overdrive. Magistral en general, el trabajo del bajista, el uruguayo Martín Méndez. Esta es una pieza que nos introduce prácticamente en un ambiente de terror, cerrando con un diálogo entre un niño y una madre sobre la existencia de Dios y finalmente un coro gregoriano. Es algo entrañablemente macabro.

“Universal Truth” viene a evidenciar ya, en estado avanzado del disco, la verdad que ya sabíamos: que no existe un disco malo de Opeth. La cantidad de modos que intercala esta canción la dotan de una gran belleza y misticismo, recordando a King Crimson, e incluyendo un interludio de guitarra española, la cual volverá con más fuerza en “The Garroter”. Precisamente, destaca el alto rango dinámico que oscila entre los pasajes más intensos y los pausados, sin llegar a abrumar con el sonido acústico, ni llegar al metal extremo destilado antaño, y que parece que no volverá, con unas melodías vocales ya no exentas de guturales, sino tirando por registros altos y de falsete.

El álbum concluye con “All Things Will Pass”, de arranque etéreo, pero que acaba siendo una de las más explosivas del álbum. La más larga y completa. Se desarrolla con altibajos elegantes, combinando cierto misticismo con puro heavy y groove setentero. Pero el modo en que, seis minutos después, la melodía muta hacia algo dolorosamente placentero, con ese “I am you, you am I” / “If everything ends, is it worth to turn back home again?”. Quizá es aquí donde nos pica el escorpión, pero parece que vamos directos al cielo con esta última melodía. Menudo anticlímax.

Dicho todo esto, la conclusión no puede ser otra: estamos ante un disco imprescindible, un devaneo de cátedra de Mikael Akerfeldt, con una gran variedad de estelas sonoras de los últimos cuarenta años y géneros musicales, a veces algo yuxtapuestos entre sí, vale, pero que maneja los contrapuntos más complejos que hemos oído recientemente en un disco, con esa dualidad entre lo rapsódico y lo explosivo. Una narrativa musical que te hace reflexionar: quizá sobre ti mismo, quizá sobre la inconcreción de lo mágico de la música. No en vano, se recita: “cuando dejas de pensar, empiezas a morir". Pero esto no significa que sea un disco denso; en eso han querido evolucionar, y este viaje sonoro va desvaneciendo la niebla a su paso, descubriéndonos elementos nuevos constantemente. Esto es posible gracias a que estos genios componen cada disco como si fuera el último, como han afirmado más de una vez. Si ya parecía imposible competir de cerca con los lanzamientos del último año, de bandas como Dream Theater, Haken, Tool, Devin Townsend, Soen, Leprous entre otros, “In Cauda Venenum” se posicionará probablemente por encima de muchos de estos trabajos en las listas del año de la prensa especializada.

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