A finales de mayo de este año Daniel Lopatin, AKA Oneohtrix Point Never, recibió en Cannes el galardón a la mejor banda sonora original por su trabajo en el thriller “Good Time” de los hermanos Safdie. A partir de ahí pudimos escuchar algunos fragmentos de esa obra que nos ocupa ahora y lo que se pudo catar no hizo sino ratificar ese premio, porque los que ya controlábamos a este hombre de hace tiempo ya sabíamos de la capacidad de su música para unirse con lo visual, sobre todo tras escuchar su primera BSO para "The Bling Ring" y también durante algunos shows como el del Sónar de hace unos años, donde unas visuales en plan sci –fi ochentero acompañaban el directo de Lopatin y daban una sensación de unidad y de dependencia que hacía que posteriores escuchas a sus trabajos fuesen condicionadas por esos espectáculos, haciendo que cada vez que uno escuchase alguno de esos temas, viniese a la mente alguna imagen de ese show.
Para este último proyecto Lopatin admite haberse inspirado en todas esas películas ochenteras de compositores grandiosos como Vangelis, uniéndolo con su concepción musical a veces barroca, que es capaz de unir puntos a primera vista muy distantes como Max Ritcher y Tangerine Dream. O lo que es lo mismo: esta banda sonora está plagada de momentos y ambientes que en suenan a veces a neo clásica, otras a proto electrónica y a veces también a todo el sonido experimental y digital que tan bien sabe realizar este productor. El arranque con el tema “Good Time” ya nos pone en sobre aviso y nos deja bien claro que esto no es un disco al uso de temas que puedan seguir una estructura más o menos lógica (que las hay), aquí – como en toda buena banda sonora – el sonido está ligado a la imagen, ayudando a ambientar y reforzar los fotogramas; este tema contiene casi todo de lo comentado anteriormente, con ráfagas de bajos digitales, arpegios, colchones ambientales y drones. También vamos encontrando rastros de sus anteriores facetas con esas guitarras tratadas y con temas con poso kraut como "Romance Apocalypse", que hacen que poco a poco nos vayan entrando ganas de poder ver la película para comprobar como de bien están cohesionados visuales y audio. Y para el cierre una sorpresa con el gran Iggy Pop como invitado, en un emotivo y oscuro “The Pure And The Damned” en el que el mítico vocalista punk se pone más reflexivo y calmado, con una voz que parece la de un anciano Nick Cave flotando sobre un ambiente que se va tornando más opresivo conforme se desarrolla la canción. Un broche de lujo para un álbum arriesgado y soberbio.
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