One Deep River

Sin ser un gran fan de Mark Knopfler, ni mucho menos, respeto buena parte de su carrera. Otra, directamente, me interesa muy poco. Y probablemente no es culpa suya. Al final el músico propone y el oyente dispone, si gusta. Y teniendo en cuenta que ya deben imaginar cuál es la parte que menos me interesa, enfrentarme a esta reseña me llevaba a la desgana. Así que me planteé dejar al margen reticencias previas e intentar ser objetivo, algo que en mi opinión va en contra de lo que debe ser un crítico, aunque espero que esta vez me entiendan. A ello, pues.

Lo primero que podríamos decir de “One Deep River”, en positivo, es que es un disco elegante. Bien grabado, con la producción habitual de Knopfler y con su usual prestancia. Además, como el que fuera líder de Dire Straits ya anunció que no pensaba volver a salir a la carretera, eso que ganas y que él gana. Porque este es un álbum de auditorio, de cadencia lenta y de poca estridencia ¿Tiene que ser eso malo? No, pero probablemente pueda llegar a aburrir a unos cuantos. Ya hemos avanzado lo segundo de lo que queríamos hablar, el ritmo. Todo aquí es calmado, nada se sale del guion más o menos esperado, así que si disfrutaron de la última parte de la carrera de su autor lo harán aquí también y, si no, pues ya saben que no les va a gustar.

Tercero. Las canciones. Teniendo en cuenta que hace seis años que Knopfler no lanzaba un trabajo con temas propios pues ni fu ni fa. Malos temas no hay, pero tampoco ninguna canción soberbia que ponga el disco en otro nivel. Si hay que quedarse con alguna, quizá lo hagamos con los dos velados homenajes a dos eternas influencias del británico. La muy J.J. Cale “Ahead To The Game” y la dylaniana “Watch Me Gone”. Agradable de escucha, molesta tan poco como aporta.