Ya han pasado los tiempos gloriosos de “Moseley Shoals” y “Marchin’ Already”, y tanto los miembros del grupo como sus fans son conscientes de ello, pero la postura más honesta en estos casos es aceptar tu posición, saber cuál es tu nuevo rol, y desenvolverte ante la eventualidad con dignidad y naturalidad.
Y algo me dice que estos tipos lo tiene claro desde hace tiempo, el suficiente para no caer en la más absoluta de las decadencias. De ahí que ahora tiren de archivo para rescatar diferentes grabaciones en vivo y lanzarlas al mercado –tres distintas en tres años- y, con mayor o menor suerte, van sacando un disco cada dos años. En “North Atlantic Drift” lo bordaron, y “A Hyperactive Workout For The Flying Squad” era mucho más irregular. Ahora tocaba volver a dar el do de pecho, y “On The Lyeline” vuelve a ser un disco que honra una historia nutrida de triunfos y el nombre de una banda a la que puso en un pedestal Paul Weller –se atreven con un tema escrito por él, “For Dancers Only”-. No hay sobresaltos, la línea argumental es la de siempre, pero de lo que se trata aquí es de si han compuesto buenas o malas canciones, y las de esta colección tienen lustre. Ese sonido a medias entre el pop y el rock, deudor de Oasis y comparable a las actuales formas de Supergrass, se despliega en temas fantásticos como “Man In The Middle” o “You’ll Never Find Me”.
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