Omago es una de las sorpresas más agradables que ha deparado este último (o penúltimo o yo que sé) tramo final de la pandemia que vivimos. Su primer larga duración, al que han titulado “Ningún ser”, continuación lógica de su EP homónimo y del que han permanecido “Mi voz’ y ‘Suerte”, presenta una colección de canciones que alternan el castellano y el euskera pero que ofrecen de forma unívoca un pop tan agradable como la sorpresa que ha significado su llegada’; así, entrecomillada, ya que aunque su nacimiento como formación se remonte al no tan lejano 2018, el trío liderado por Aitziber Omagogeaskoa no es, para nada, debutante en la escena musical.
Volviendo a las canciones, queda claro que el pop es su herramienta principal, pero quizá una de las mejores virtudes del LP sean los diferentes vestidos por el que le hacen transitar. Desde las exquisitas cuerdas orquestadas de “Miedo” a los sintetizadores de “Flores”, una de las composiciones en la que más destacan, junto a “Mi voz”, y que no hacen sino erigirlos en uno de los elementos bandera de Omago. Eso en cuanto a los ropajes musicales, sin duda importantes, pero que no hacen, como debe ser, sino arropar la voz de Aitziber, auténtico leit motiv del disco y que es capaz de trasladar al oyente desde la intensidad cuasi coral y pelipúntica de “Egiak” hasta el empoderamiento esperanzado de “Flores” o a la onírica exquisitez de “Aro berri bat”. Algunas personas verán reminiscencias de Rebeca Jiménez, otros querrán atisbar unos muy lejanos Mecano y desde su oficina apuntan, por ejemplo, a Lana del Rey… Pero, quizá, lo mejor que se pueda decir es que se trata de una voz propia, de las que son capaces de acariciar el tímpano pero también de golpearlo, y, sobre todo, con esa magia casi única que nos permite viajar a otros universos.
Que hablemos de pop como camino principal de Omago no debe llegar a engaño en el sentido de que su senda cuenta con numerosas bifurcaciones, en este caso con derivaciones principales hacia el folk, el indie o el rock, pero siempre dando la sensación de que sus pasos les pueden llevar a cualquier lugar, y que, además, cuentan con la capacidad de llegar a buen puerto. Para muestra de ello bien vale el botón, en forma de canción instrumental, al que han denominado “Guda hasi da”.
La guinda de este pastel, gestado en los fogones de los estudios El Tigre y que ha tenido como cocinero en la sombra a Jon Aguirrezabalaga (WAS), tiene forma de bonus track y se personifica en la nueva lectura que el trío realiza de su tema “Ningún ser”. Una versión en la que participa el imprescindible Nacho Vegas, dotando al tema de una profundidad muchísimo mayor, casi llegando hasta una gravedad que, además, trae a la memoria al último Diego Vasallo.
En definitiva, un disco que navega entre el ser y el sentir, no solo por el título del álbum sino, principalmente, por que esos son los estados que provoca su escucha, refrendados además de manera inequívoca en las letras, ya que ambos verbos, uno u otro, aparecen en una buena parte de las canciones. Así que, dejémonos sentir, apostemos por ser… escuchemos Omago.
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