Ohio Players
DiscosThe Black Keys

Ohio Players

6 / 10
Kepa Arbizu — 10-04-2024
Empresa — Nonesuch
Género — Rock

La historia de la música popular parece estar predestinada a ser enunciada a través de binomios desde los que, pese a guardar entre sus integrantes muchos más puntos en común que lo contrario, dirimir el trono de una época o escena concreta. A la disyuntiva clásica entre The Beatles y The Rolling Stones se le ha ido sumando con el paso del tiempo nuevas dobles opciones postuladas a imponer su mandato, como son los casos de Blur u Oasis, Nirvana o Pearl Jam o todavía más reciente, el duelo entablado entre dos dúos engendrados por los albores de este siglo y que apostaban por reinterpretar el sonido más grasiento del blues. Si The White Stripes quedaron pronto diluidos bajo esa nomenclatura, The Black Keys, la otra parte opositora, pese a una interrupción de cuatro años, se ha consolidado con rotundidad no sólo en aquella esfera afín a sus postulados, sino alcanzando descomunales cotas de éxito que alguno de sus temas ha logrado calar profundamente en ese imaginario popular que se adhiere a una melodía sin necesidad de interesarse por su autoría.

Tras doce discos desde su nacimiento, poco queda de esa entente formada por Dan Auerbach y Patrick Carney que afrontaba con decisión el blues-rock setentero, asumiendo ahora como su campo de acción predilecto un entorno más dinámico y colorista, de naturaleza amable pero, aunque sin desbancar su talento, exento de una genialidad que parece estar destinada últimamente en exclusividad a las andaduras en solitario de su cantante y guitarrista. Pese al título de su nuevo disco, “Ohio Players”, en clara referencia a su lugar natal y en el no menos evidente homenaje a la palpitante banda de igual nombre, no se trata de un trabajo que busque rescatar viejas pasiones ni alentar las pulsiones primigenias, muy al contrario es la determinación por seguir horadando un paisaje de versatilidad rítmica y melódica que en su obcecación por recargar su puesta en escena, más que ampliar el abanico identificativo de la banda, llega a deslavazarlo por momentos.

La búsqueda de ilustres colaboradores con los que afrontar el destino marcado por el álbum, no persigue la presencia anecdótica de nombres sino su implicación en la propia autoría de la composiciones. Tanto es así que Beck se convierte en copartícipe de la mitad del repertorio, labor que dicho de paso sirve como uno de los pilares que sujetan el contenido global. Su comparecencia resulta totalmente entendible y llena de sentido, álbumes como Odelay, que llevaban su firma, fueron un excelente anticipo de esa constante para allanar el terreno a propuestas pretéritas para encaramarse al momento actual. De esta forma canciones como la muy lograda "This Is Nowhere" se sostienen sobre unas bases rítmicas sedosas pero profundas que en su cohabitación con sintetizadores y pegadizos dibujos armónicos logran un sugerente acabado. Alabanzas que pueden recaer del mismo modo en la eléctrica psicodelia de “Live Till I Die" o en el sudoroso groove de "Beautiful People (Stay High)", mientras que "Don't Let Me Go", dotada de un insinuante inicio bajo un funk de paso latino, se ahoga en su propia experimentación entre falsetes a lo Bee Gees y desmedida épica, algo que puede funcionar como pieza en solitario para sacudir el ánimo en la pista de baile pero no tanto para estructurar un disco.

Menos trascendente, dada su irregularidad en cuanto a logros alcanzados, resulta la presencia de Noel Gallagher, al que su ascendencia musical dirige con toda lógica a una conseguida melodía de pop británico, alojada en "On The Game”, pero necesitada de mayor sobriedad, como una "Only Love Matters" que, pese a manejarse por estructuras perfectamente conocidas por la banda de Akron, adolece de nervio, todo lo contrario a lo expresado por "You'll Pay", donde ese soul acaramelado afín a la discográfica Stax exhibe un galope decidido. Coordenadas estilísticas que gracias a la presencia de Greg Cartwright, otro ejemplo a través de proyectos como Oblivians o Reigning Sound de asimilación y propia interpretación de herencias clásicas, se enturbian de forma atractiva en "Read Em And Weep" o efectúa un llamamiento al tribalismo garagero a través de "Please Me (Till I'm Satisfied)". Incremento de la tensión que ratifica la utilización –no tan revolucionaria si recordamos el disco Blakroc(10)– de los fieros rapeos de Lil Noid lanzados en “Candy And Her Friends" para interrumpir abrupta pero acertadamente su condición de anodino funky o la mimetización del verbo arrogante de Juicy J en la sugerente "Paper Crown".

Paradójicamente, la peor noticia para el nuevo disco de The Black Keys viene anunciada por su tema más destacado, la versión de William Bell, acometida reverencialmente con emoción e intensidad, "I Forgot To Be Your Lover". Un acierto que enmienda las intenciones de un trabajo encaminado a materializar un paso adelante en cuanto a buscar un punto de encuentro entre las melodías actuales y aquellas de fuerte acervo tradicional. Una desmesurada predisposición a recargar la producción y a buscar tonalidades más melódicas, hacen que sólo la mezcla de talentos impidan que el álbum se deslice hacia una mayor tibieza. “Ohio Players” trasmite la sensación de estar ante una de esas parejas que intenta revitalizar y buscar revulsivos que alienten su pasión atrayendo hasta su hábitat a personas ajenas a ellos. En esta ocasión, el resultado no consigue rescatar a la banda de esa apacible, pero escasa de genialidad, vida creativa, lo que tampoco les impide conseguir, gracias a la mezcla de ingenio propio y externo, unas cuantas piezas que todavía sirvan como importante aval que utilizar a la hora de presentarse como una de las bandas referenciales de los últimos años.

 

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