Quimi Portet pertenece a ese grupo de élite del pop catalán de variadas estéticas -¿Albert Pla, Adrià Puntí (ambos colaboran en el álbum), Joan Miquel Oliver?- que hace tiempo encontraron la fórmula taylorista para construir canciones genuinas y bellas como quien hace butifarras. El ex-El Último de la Fila, por su parte, sigue avanzando en su apego a gruesos tamices de guitarra, líneas corpulentas de bajo y alguna que otra licencia musical (“Sunny Day”). “Oh My Love” (título que se mofa de la cursilería pop) esconde singles reconocibles (“Tinc una bèstia a dintre meu”), temas menos inmediatos (“Avions”) y una lírica que respeta la tradición catalana con un humor ácido que desoye la literalidad para que Portet impregne parte de sí mismo en los textos; línea que ya empezó con “Hoquei sobre pedres” y que alcanzó su máxima expresión en el redondo “Viatge a Montserrat”. Esta nueva entrega, la octava, es un nuevo paso para alguien que empezó en el punk y que ahora mismo podría patentar su propio estilo.
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