Si con “Nunatak y Las Flores Salvajes” (Warner, 19) la banda natural de Cartagena ya comenzaba a dar claros indicios de querer empezar a dotar su sonido con una cierta dosis de madurez que les liberase de los arquetipos más primarios y básicos del indie patrio, una pandemia mediante y la celebración en el aire de su décimo aniversario como formación, confirman sus firmes convicciones de seguir con lo previsto, tal y como revelan los nueve cortes pertenecientes a “Nunatak y La Isla Invisible”, su quinto álbum de estudio y una particular salida del mainstream con la que Adrián Gutiérrez, Gonzalo Ruiz, Fernando Besada, Álex Dumdaca y Pedro Hernández se alían con el genial y prolífico Paco Loco para entregarnos su personal muestra de querer seguir intentándolo, como mínimo, una década más.
La innegable prueba de ello es un trabajo cargado de positivismo y luminosidad a raudales que nos golpea desde su primer acto; un gesto de por sí aguerrido en los tiempos que corren y que sin duda el oyente agradecerá como agua de mayo, por las mismas razones. “Levanta y sal de aquí, no te mereces mi tiempo / Descansa y deja de fingir, hoy quiero ser sincero”, cantan en “Cierra al salir”, una proclama a todas luces destinada a empoderarnos y a invitarnos a darle un portazo a ese pasado enquistado que no nos permite avanzar. Porque si algo opera como hilo conductor a lo largo de las diferentes piezas que componen este trabajo es esa incesante intención de la banda por henchir nuestro espíritu y contagiarnos la certeza de poder mover montañas, ya bien sea derrochando electricidad a guitarrazo limpio (“Acepto el reto”) o desgañitándonos entre coros de folk invernal y emocional, con los que tenemos bien claro que lograrán ponernos los pelos de punta en sus respectivos trasvases al directo (“Sigo corriendo”).
En una misma línea narrativa, pero ofreciendo un volantazo del todo inesperado en su registro, nos topamos con esa suerte de diatriba robótica que es “Yo me lo merezco”, donde tan solo echando mano de una voz tratada y de un sinte atmosférico y envolvente, Adri se pone en la piel de un gurú de la social media actual, entregándonos de paso un particular chute de ácida ironía y ganas de recordarnos la toxicidad que se esconde detrás de estas nuevas herramientas digitales: “Soy el pastor del ganado, el espejo que anhelan mirar / quédate a mi lado, en esta eterna pubertad / Voy a perderme el momento, grabarlo en 4k / viva el emprendimiento y la postmodernidad”. Pero a pesar de esta cara, parcialmente desenfadada y predispuesta a transmitirnos aliento, los chicos de Nunatak también saben cómo ponerse serios y tirar de intensidad, tal y como ponen de relieve en las oscuras e íntimas texturas de “Lento y sucio” que progresivamente se van conformando entre sí, para pasar de un mero relato costumbrista a una explosiva bomba de sensualidad y distorsión. La nostalgia, el gran mal de nuestro tiempo, también tendrá su particular espacio en el disco, y más en boca de quienes recientemente han cumplido sus respectivos primeros diez años como banda; sin embargo, esa forma natural y honesta con la que Nunatak juegan con el paso del tiempo (“Sopla las velas y acepta que todo va a cambiar / Si vale la pena, despierta y ponte a remar”, cantan entre punteos funkys en “Sopla las velas”) nos cerciora de que su melancolía no es ni pueril ni impostada, sino más bien el fuel requerido para coger carrerilla y seguir hacia adelante sin mirar atrás.
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