Queremos la verdad
DiscosNuevo Catecismo Católico

Queremos la verdad

8 / 10
Holden Fiasco — 05-03-2021
Empresa — Folc Records
Género — Punk Rock

Quince años después, vuelven los Nuevo Catecismo Católico, que, por cierto, nunca se habían ido. Pero, sí, lo habréis oído por ahí, han vuelto al estudio. Han grabado un siete pulgadas que publica Folc Records, en vinilo amarillo. Si te llama la atención el color, olvídalo, no corras, que ya se ha agotado, creo. Dentro, dos canciones que registraron de la mano de Haritz Harreguy, allí en Usurbil, donde hace poco también grabó La Excavadora y Arturo Ibáñez, precisamente, les echó un cable.

No es que yo sea, ni de lejos, como aquel famoso Will Hunting, que le dabas una pizarra de la facultad y te resolvía un problema matemático sin soltar la fregona; ni me acerco, por supuesto, a Raymond Babbitt cuando se le caían los mondadientes y te decía la cifra exacta con solo mirarlos de reojo. No, no tengo ese don, pero, hoy en día, con la tecnología a nuestro alcance, es fácil sacar el cálculo. Y queda ocurrente; de alguna manera, esclarecedor. Ya voy, sí. Me refiero a todo esto que viene a continuación:
Su último disco fue aquel “1530 segundos (de Nuevo Catecismo Católico)”, que publicaron en mayo de 2006. Los segundos del título hacían referencia a la duración del disco. Pues más de 470 millones de segundos después, que son los que han pasado desde entonces hasta el 17 de febrero de 2021, cuando han sacado el siguiente, nos regalan 290 más, los que ocupan las dos canciones de este disco. Y sí, que el tiempo es relativo, ya lo dijo Isaac Newton, pero todos esos millones de segundos que han pasado para ahora disfrutar de tres centenas de ellos… Se terminan muy rápido, no puedo evitar decirlo. Yo me quedé ahí como tonto, esperando a que terminara de girar la aguja, con los dedos cruzados, a ver si resultaba, por sorpresa, que el zafiro había horadado más surcos. Pero no.

Eso sí, tranquila: los va a haber. Al mismo tiempo que se anunciaba éste, se anticipaba que vamos a tener, al menos, otros dos discos más. Al parecer, según se contó al estrenarlo, los NCC se toparon durante la pandemia con unas maquetas de las que no se acordaban. De ahí surge este disco y los que le van a seguir. Es lo que nos trajo el confinamiento, que nos dio por hacer cosas que no hubiéramos hecho de andar sueltos: desde ordenar cajones y encontrarte con maquetas que olvidaste hace años hasta hacer tablas de ejercicios viendo en el YouTube a una monitora que sonríe sin sudar las mallas mientras tú te debates entre la vida y la vergüenza. No creo que ellos hicieron eso, pero ya te digo que yo no me encontré ninguna maqueta.

En serio: 290 segundos en dos cortes, uno exhumado y el otro una versión. “Queremos la verdad” es el primero. Roza los tres minutos, y suena a lo que ya hicieron hace tiempo, pero aún fresco y poderoso. Un comienzo contundente, el sonido granuloso, voz con resonancia, estribillo para gritar con el puño en alto y una letra bien cosida. Dicen algo sobre estar “hipnotizados por el ojo mágico”, lo que invitaría a hacer ciertas interpretaciones, pero, en realidad, la letra se mantiene en una lectura abierta, crítica y atemporal, que suena ahora tan urgente como puede que sonora cuando se escribió. El segundo es “Killin’ the city” y acaricia los dos minutos: una versión de los Flyin’ Spiderz, holandeses de finales de los 70, pioneros del género punk en el país de los tulipanes, según se cuenta. Si sus compatriotas los Ivy Green cantaban a su pueblo, sin medias tintas ni paños calientes, en la hipnótica “Stupid Village”, aquí se canta a una ciudad a la que, según ellos, se la están cargando por culpa del dinero.

Esos millones de segundos de los que te hablé antes… no te impresionaron, ¿verdad? Igual es eso que Paul Slovic llamó el entumecimiento psíquico: ante grandes cifras, aunque sean trágicas, nunca nos sobrecogemos. Pero el acontecimiento único, sí; eso nos da ahí, el tortazo en la cara. Y, aquí, eso es cosa de las canciones, que son las que se encargan de agarrarnos por el cuello y zarandearnos, duren lo que duren, pase el tiempo que pase, aunque nos quedemos todos como ellos en la foto de portada, donde Juxe Areta Goñi parece haberles lanzado un hechizo que les ha congelado en pleno movimiento, atrapando en una imagen ese segundo exacto que nunca contaremos porque andamos ocupados viviéndolo. Que ya lo dijo Isaac, que el tiempo es relativo. Más o menos, igual que la verdad.

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