Loyle Carner repite fórmula con “Not Waving, But Drowning” y profundiza en todo aquello que hizo que su predecesor fuera uno de los discos más aplaudidos del 2017 en UK. De nuevo recurre a su habilidad poética a la hora de construir historias, a su transparencia relatando su vida, para crear un álbum lleno de honestidad y belleza. Con un poema de su abuelo inspirado en Stevie Smith como premisa. Jean Coyle Larner nos habla en este proyecto sobre cómo se vio de repente sumergido en la fama, la necesidad de ayuda, el amor, la familia y los cambios que provoca el paso del tiempo mientras te lleva a la madurez.
“Not Waving, But Drowning” comienza con una carta de Jean a su madre en la que le explica que a sus 24 años ha encontrado el amor de su vida, que necesita emprender un nuevo viaje y construir junto a ella su propio hogar. A pesar de tener que superar para ello todas esas dudas, y miedos, que atraviesan en este momento la cabeza del rapero y que expone con total transparencia a lo largo del disco (“Wonder if I’ll have a son or a daughter, ones that I brought up never strong never telling me to run”). Y es que, aunque otra vez haya apostado por un álbum introspectivo, personal y apoyado en la gente que le rodea. El entorno de Jean, y el propio artista, ha cambiado lo suficiente en estos últimos años como para ir un paso más allá y mostrarnos una nueva cara que hasta ahora no conocíamos. Algo que también ha querido reflejar a nivel instrumental creciendo e igualando la importancia de las melodías a los versos.
Vuelve a apostar por el jazz y el soul como bases que sostienen y alimentan su poesía. Sin embargo, para esta ocasión ha decidido trabajar todo de una forma mucho más compacta. Potencia el uso de teclados, se inclina más por la vulnerabilidad que por la fuerza, saca su lado más tierno y abraza sin miedo la parte más armoniosa del proyecto. Algo que crece aún más con colaboraciones como la de Jorja Smith en “Loose Ends” o la de Sampha en “Desoleil (Brilliant Corners)”. Completando la lista de apariciones estelares en esta nueva entrega, volvemos a ver a figuras que se han convertido en imprescindibles para el rapero como Tom Misch, Rebel Kleff o Dan Parry. Este último encargado de la mezcla del álbum. Jean no tiene ningún interés en ganarse al público masivo a base de generar hits del momento (aunque bases como la de “You Don’t Know” o “Ice Water” tengan el suficiente gancho como para conseguirlo). Por esta razón, vuelve a priorizar la espontaneidad y naturalidad ante todo. Asegura que en la mayoría de los temas se ha quedado con las primeras tomas y, una vez más, juega con los “interludes” y los audios caseros para acercar al oyente más aún a su personal universo.
El dolor que puede producir la caída en picado de una amistad (“Krispy”), los conflictos de identidad provocados por las figuras paternas que ha tenido en su vida (“Looking Back”), la presencia de su madre como una de sus mejores amigas, la influencia de su actual pareja… Loyle Carner siempre se ha alejado de los estereotipos trazados en el mundo del hip-hop. Desde el inicio de su trayectoria ha defendido que un rap que transmita valores positivos, respeto y optimismo es posible. Y, aún hablando de momentos conflictivos de la vida de Jean, podemos decir que “Not Waving, But Drowning” consigue todos los propósitos que busca alcanzar. Y es que, al fin y al cabo, la temática central que abraza todo el disco no deja de ser algo tan universal como el amor. El amor por la cocina (de ahí que el single de presentación de esta era fuera “Ottolenghi” y estuviera inspirado en el famoso chef israelí), por el rap, las personas que le apoyan, las que ya se han ido, o el orgullo que siente el artista por su South London natal. Un amor que como dice Jaen Coyle-Larner, su madre, en “Dear Ben”, la carta con la que cierra el largo, es para siempre y no se puede perder como si fueran unas llaves, o un simple calcetín.
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