La banda guipuzcoana The Northagirres ha conseguido conquistar en sus poco más de cinco años de historia una de esas parcelas musicales que resultan cruciales. Para los más despistados no tiene nada que ver con los -demasiadas veces artificiales- encajes en el mercado, sino muy al contrario con la capacidad para haber logrado ser objeto de recomendación y promoción de todo aquel que se choca frontalmente con su propuesta. Sin duda es en su escenificación en directo donde encuentran más altavoces de dicha valía, pero a la larga se trata del reconocimiento acerca del contenido musical que manejan. La llegada de su tercer disco, reducido en formato, trae ciertas modificaciones que sin embargo no suponen ninguna alteración sustancial en su característico nervio sonoro.
Las primeras novedades a señalar vienen manifestadas en el contexto del grupo. Se trata por ejemplo del fichaje por el sello Folc Records, en el que por su idiosincrasia encaja como un guante su enérgica interpretación, o la entrada en los mandos de la producción del que podemos ya definir como todo un “Rey Midas” del ámbito americano hecho en nuestra fronteras el “deltono” Hendrik Röver. Curiosamente, su aparición ha traído aparejada la hegemonía del castellano como idioma y que por otro lado los repuntes de rock tradicional, que aunque paulatinamente habían disminuido siempre han formado parte de su condición, hayan quedado prácticamente eclipsados por un rock and roll callejero clásico y de vibrante pose.
Una media docena de composiciones que por lo tanto encuentran un claro referente en lo que se ha convertido en una de las representaciones más icónicas y reconocibles del género, ese que nace del tono arrogante y rasgado de los Stones y/o Burning. Pero es precisamente en la manera de asumir bajo una interpretación propia -en la que sobresale el paso adelante dado en la labor instrumental- ese amparo estilístico, donde reside buena parte del gran atractivo de este trabajo. Por eso temas como “La vez”, construida sobre un perfecto entente entre modelos guitarreros y piano, o la sobresaliente “Norte y sur”, con un calado nostálgico inducido por los teclados y una elaborada letra, además de poseer ese predominante carácter descarnado dejan un leve rastro de rhythm and blues o incluso garage en su discurrir. “Anoche vendí mi coche” se postula por su parte como la manifestación más visceral y rotunda a través de riffs de boogie trotón.
Si en sus canciones más arrolladoras, en cuanto a la imposición de ritmo se refiere, son visibles esas influencias comentadas, igual, e incluso más, sucede con aquellos medios tiempos, aun así sujetos a estructuras realmente contundentes, en los que sale a relucir esa vis melancólica, como la contenida en “Lo pactado” o “La boca rota”. El reflejo de los de La Elipa seguirá calando en uno de los temas estrellas del lote, la más intima y reflexiva “Cuéntales”. Un excelente ejemplo que sirve para definir con exactitud a The Northagirres, que aunque ya avalados por la trayectoria amplia que todos sus integrantes acumulan, aquí atestiguan de nuevo un perfecto entendimiento de las bases del rock and roll, ya sea en su faceta más ruda como en aquella más matizada. Todo ello posible gracias al talento innato de la banda, obviamente, pero también a la capacidad para adoptar una forma cada vez más compacta, reflejo de la sincronizada confluencia del sexteto.
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