La tercera entrega de la oscura trilogía prometida por los de Cleveland (o el tercer acto de una obra completa) mantiene el nivel de sus dos EP’s (¿o discos cortos?) precedentes, “Not The Actual Events” (16) y “Add Violence” (17). Arranca “Shit Mirror” y uno entiende al instante que todavía se puede hacer rock (industrial, post-punk... pónganle la etiqueta que quieran) visceral, intrépido y peligroso, desde un gran sello. Hace falta, eso sí, tener las cosas claras y llevar al extremo las mezclas densas y oscuras de Alan Moulder (habitual en los trabajos de Nine Inch Nails desde 1994 y que ha trabajado con bandas como My Bloody Valentine, The Cure, The Jesus And Mary Chain o Foals, por poner algunos ejemplos) que tan bien les sientan.
“Shit Mirror” (con coros de la esposa de Reznor e Ian Astbury de The Cult) concilia el espíritu viscoso, sucio y desafiante de The Stooges y Suicide, pero por encima de todo estas nuevas seis canciones muestran a un grupo recreándose en su particular ciénaga sintética, con una obra global, sumando estos tres EP’s, en la que la paranoia, la alienación, la ansiedad y las preguntas sin respuesta sobre nuestra verdadera identidad, se acumulan. Lo hacen sin caer en efectismos y dando rienda suelta a su lado más experimental. En la fantasmal “Ahead of Ourselves”, con estribillo explosivo, se acercan desde el ritmo a unos The Prodigy minimalistas; en “God Break Down The Door” y la magnífica y final “Over And Out”, Reznor y Ross conjuran el espíritu del último, esencial y dislocado David Bowie, en las formas y también en los textos: el tiempo se acaba, sí. Y no hay respuestas satisfactorias.
Desde esa portada tan post-punk, Trent Reznor y Atticus Ross convocan sus obsesiones, zambulléndonos en el lado oscuro de la naturaleza humana, algo que en su caso resulta fatalmente adictivo. La atracción del abismo sigue siendo para Reznor, hoy feliz padre de familia, irresistible. El veneno sonoro de “Bad Witch” se inocula desde esa concepción de la electrónica poco aseada que evoca los tiempos no tan lejanos en los que grupos como Primal Scream (la mitad de “Play The Goddamned Part” y los vientos jazz desquiciados de “God Break Down The Door” no quedan tan lejos de la época “Xtrmntr”) eran relevantes en la difuminación de los límites entre el punk sin prejuicios, la experimentación y la electrónica. Posición que NIN han retomado, aunque el año que viene se cumplirán nada menos que treinta años de su debut. Bienvenida sea, de nuevo, la oscuridad sin concesiones.
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