Nil Moliner regresa con “Un secreto al que gritar” (Warner, 21), su segundo disco de estudio. El catalán, como tantos otros músicos, tuvo la mala suerte de publicar su álbum debut, “Bailando en la batalla” (Warner, 20) apenas un mes antes de que estallará la pandemia mundial. Pero, lejos de venirse abajo, el joven artista se centró en crear estas nuevas composiciones que hoy ven la luz.
Si en su primera referencia destacábamos la capacidad de llevar sus sentimientos más oscuros a una atmosfera vitalista y pura, en esta ocasión hay que fijarse en la música. Nil consigue trasladar esa aura de fiesta que transitaban por sus composiciones a una instrumental mucho más cuidada. Uno de los mayores exponentes de esto es “El aire que me mata”, una pista construida a piano y voz que va creciendo a lo largo de sus cuatro minutos y que nos enseña como ha conseguido evolucionar ese sonido a algo más maduro y que, a su vez, suena igual de real. Sin duda, la pieza que refleja todo lo que significa este nuevo trabajo para el catalán.
Además, en sus nuevas canciones nos muestra un Moliner más introspectivo, centrándose en sus propios sentimientos, no dejándose nada por decir en el tintero. De ahí surgen pistas tan bellas como “Estaré aquí”, “Solo” o “Som ocells” en las que nos refleja la necesidad de pensar en uno mismo. Pero si nos tuviéramos que quedar con una de ellas sería con “Libertad”, ese himno que desahoga a todo aquel que la escuche y que es capaz de transmitir liberación en cada nota musical.
A su vez, las piezas que no había publicado del disco tratan sobre el amor. Nos encontramos algunas más lentas y emotivas como “Pólvora” y otras más animadas que nos reflejan el desgaste que puede tener una relación como en “Idiotas”. Y “Mejor así”, la encargada de cerrar el álbum es una canción de agradecimiento y despedida, una ruptura amistosa hecha canción que es capaz de destrozarse frase tras frase. Aunque hay una excepción, “Olvidaremos”, la canción que más se asemeja a su anterior trabajo y que habla sobre su relación con el público. Un regalo para sus seguidores, tanto en lo musical como en la letra.
Y en este álbum, como en el primero, incluye dos colaboraciones. Por un lado, Ana Mena, una de las artistas más escuchadas en España, le aporta un rollo más reggaetonero a “Me quedo”; y, por otro lado, el artista canario Danny Romero participa en “Se me va” y muestra que su estilo no está tan lejos del de Nil, creando una de las canciones más pegadizas de todo el álbum.
Así completa Nil Moliner su segundo trabajo, dejando claro que nada ni nadie va a pararlo. En lo musical, da un salto cualitativo, mostrando unas piezas más compactas en las que no abusa tanto de los instrumentos de viento ni todo parece una fiesta constante. Ha encontrado un punto medio entre su esencia y lo festivo, llegando a sonar como lo que es: uno de los artistas nacionales de pop más relevantes de la actualidad. Y le toca consagrar estas palabras en su gira en la que pasará por escenarios tan grandes como el Palau Sant Jordi o el WiZink Center. Y quizás ese es el secreto que nos quiere gritar, que su gran momento ha llegado.
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