No es fácil sacar un disco y menos hacerlo como lo ha hecho Nil Moliner con su debut “Bailando en la batalla”. A simple vista, puede parecer un álbum simple, festivo y alegre sin ninguna trascendencia, un joven artista más que saca un disco como cualquier otro. Sin embargo, si profundizamos más, si escuchamos a fondo la melodía, si prestamos la atención requerida a las letras, podemos encontrar elementos maravillosos, una unión indudable entre todos los temas y una historia que se debía contar.
Moliner es un artista que no hace las cosas por hacer. Hace ya tres años que sacó su primer epé “Hijos de la Tierra” y durante este tiempo ha ido construyéndose un lugar en el mundo de la música, sin prisa, pero sin pausa. Se nota que “Bailando en la batalla” es un proyecto cuidado, que se ha ido trabajando poco a poco. Y es que el artista es un músico que ha iniciado su camino desde el principio, que ha luchado y se ha enfrentado a sus miedos para conseguir un objetivo. Y de esto va su álbum debut, de luchar contra sus miedos, una lucha que es un baile.
Moliner se abre en canal y nos muestra sus pedazos. Poco a poco va construyendo un puzzle de todo lo que ha pasado a lo largo de su vida, de todos sus miedos y obstáculos y el camino emprendido para superarlos. El miedo a perder a alguien que amas, a perderte a tí mismo, a perder tu humanidad, a no conseguir lo que te propones, al desamor… todos los miedos que definen el ser humano Moliner los hila en su álbum debut y nos da herramientas para superarlos: “Bailando toda la noche”, “Déjame escapar para quererme un poco”, “Celebraremos nuestros días sin mirar atrás” … con amor, con el apoyo de los que nos quieren, no rendirse, no dejar la vida pasar. El tiempo no espera y la vida sigue.
Es cierto que si nos adentramos más a fondo destacamos un temor al desamor y, como bien sabemos, el desamor duele y así lo muestra en temas como “Por última vez”, “Déjame escapar”, “Imaginaré” o “Tus alas blancas”. No obstante, el artista nunca se hunde, sigue adelante y muestra el lado bueno de la vida en temas como “El despertar” o “Bailando”. Cada canción está vinculada a otra. Todo tiene un hilo de unión y este es la universalidad de los temas: el amor/desamor, la superación personal, los sueños, la vida como sueño y como realidad, el tiempo, el presente, pasado y futuro. Es evidente que son temas tratados por otros mil millones de artistas, pero es su forma de enfrentarse a ellos y de reflejarlos en las canciones lo que acaba marcando las diferencias. Cada creador experimenta sus sentimientos de una forma personal y, aunque pudiera parecer redundante, Moliner necesitaba esta catarsis para afianzar su música y su proyecto. Al fin y al cabo no deja de ser una fiesta que confronta emociones con una banda sonora de pop fusionado con rumba, bossanova y otros estilos. Ahora cabe plantearse si el artista ha superado o no sus miedos. Debemos suponer que sí, aunque lo que sí sabemos con seguridad es que Nil se conoce lo bastante bien para mostrarnos su lado más profundo. Quizás todavía le quede camino por recorrer, pero eso es algo que descubriremos en la gira de presentación de estas canciones con las que, de momento, nos ha hecho pasar un puñado de buenos momentos.
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