Night Becomes Light
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Night Becomes Light

5 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 19-11-2014
Empresa — Universal Music
Género — Pop

Asumamos que el común denominador del folk rock para grandes audiencias lo encarnen ahora Ed Sheeran, Mumford & Sons o hasta Ellie Goulding. Solo desde ese prisma, dolorosamente huérfano de exigencia, se puede entender la repercusión que entre nuevas hornadas de consumidores (sí, el término no es inocente) está obteniendo este cuarteto de Dublín, una de esas bandas que últimamente suelen engrosar la armada irlandesa que desembarca cada verano en el FIB como parte de su expansión comercial.

Limitar su radio de acción a esa etiqueta es, lógicamente, reduccionista. Pero no hay nada en sus canciones que haga vislumbrar poco más que la pálida y licuada sombra de aquellas bandas con las que es común asociarles (una retahíla de paralelismos que, a veces, invita al sonrojo), ya aborden la balada crepuscular digna de ilustrar cualquier teleserie al uso o esos crescendos de intensidad que buscan el eco de las grandes praderas y explanadas de cualquier festival de verano. De entre la primera factura, “Dublin Love Song” es tan AOR que podría ser un brebaje canadiense de muy complicada digestión: como mezclar a Ryan Adams con Arcade Fire. “Too Late” arruina sus trazas de baladón de entalle clásico con un remate que es como evocar la peores pesadillas de Coldplay y U2 juntos. Sin la mitad del fuste de los primeros ni la quinta parte de los segundos. “Vallley Where The Rivers Run” obedece al patrón folk de campo y playa: espiritualidad para ser ensayada alrededor de la hoguera, cual himno scout. Solo “City’s Still Warm” atiende a la mesura y rehúye la sobrecarga de elocuencia, aunque no escape al manido canon en el que desarrollan prácticamente todo lo que tocan.

De entre la segunda veta, aún hay más. “Everybody Else Gets Wet” tiene su punto resultón, ese brote synth pop juguetón con el que arranca, hasta que su estribillo se desparrama por esa pendiente middle of the road que impregna todo el álbum. El AOR vestido de lagarterana. “Show Me Love”, a su vez, es sentimentalismo de todo a cien, épica extraída de un catálogo de liquidación. “Forget The Numbers” invita a recuperar el primer álbum de Two Door Cinema Club, ya puestos. “I Will Not Go” sería capaz, por comparación, de rehabilitar la maltrecha carrera de Glasvegas. Al menos embridan su amanerada expresividad en “Fits (Too Drunk To Drive)”, seguramente lo más aprovechable de una colección de canciones (la quinta, en su caso) que les granjeará nuevos adeptos. Así está el patio.

2 comentarios
  1. No he escuchado el último disco, pero le recomendaría al redactor que escuchara el primer disco del grupo, con canciones tan bonitas y pop como "Leave it on" (qué letra tan bonita) o "Stop". Es cierto que sus composiciones no han mantenido, en mi opinión, el nivel que ese primer disco prometía, pero

  2. tribillos. Pero claro, la Mondo prefiere a los chicos torturados o los divos bordes que no dicen ni “hola” al público

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