Desconcertantes y anárquicos hasta el tuétano, Death Grips llevan años pasándose por el forro cualquier convención imaginable. No sólo en el apartado musical, donde rap y polirritmia combinan en plan asalto, sin concesiones, hasta que se te licúe el cerebro; también en como llevan su carrera los de Sacramento: nadie mejor que ellos practica el auto-boicot. “Niggas On The Moon”, la primera parte de su nuevo trabajo, que se titulará “The Powers That B”, es de nuevo un tratado sobre como cabrear al personal de forma genial, sobre cómo convertir en un arte la insatisfacción de expectativas, haciendo lo que te sale del nabo sin rendir cuentas a nadie. Ni siquiera a Björk, quien no está muy claro todavía que supiera qué papel jugaría en el disco, si colaboró o no realmente o si sabía que todas sus partes vocales serían despiezadas y trituradas, ensartadas en un taladrante pinchito moruno de gritos. La embestida es máxima, alcanzando cotas inhumanas -y a la vez fascinantes, como ver a un tío quemarse a lo bonzo o explotar un avión, algo terrorífico pero de lo que no puedes apartar la mirada. O como correrse tristemente. Death Grips los tienen cuadrados.
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