Cenizas
DiscosNicolás Jaar

Cenizas

8 / 10
Raúl Linares — 11-04-2020
Empresa — Other People
Género — Experimental

Si uno ha seguido desde el principio la carrera del productor chileno Nicolás Jaar se habrá dado cuenta de que a este hombre no le va mucho eso de acomodarse en un estilo, y si eres de esos que le estás descubriendo ahora, el pasar de uno de sus primeros trabajos a escuchar este último disco puede dejar marcada en tu cara una mueca de incredulidad. A lo largo de los años Jaar ha ido dejando de lado la pista de baile para su otro aka Against All Logic, con el que sacó hace poco un trabajo en el que aprovechó para soltarse algo más el pelo y darse el gusto moviendo el cuerpo del personal; mientras que en este último trabajo se dedica a seguir con esa experimentación que ha marcado su carrera durante los últimos años, en los que se ha prodigado en diferentes eventos culturales de música improvisada y minimalista. En algunos de esos conciertos llegó a compartir escenario e ideas con uno de los músicos jóvenes de avantgarde más reconocidos: el neoyorquino Patrick Higgins, quien acabó por publicar en su sello y ha terminado por echarle una mano en la mezcla de este disco, algo que se deja notar también en algunas de las ideas que contiene.

“Cenizas” es el disco de un productor que mira cada vez más a su interior para evocar unos paisajes áridos y con un componente solemne y casi religioso que transita a través de la música neoclásica, la espiritualidad de Arvo Pärt y la música de cámara con un leve componente electrónico; algo que se demuestra nada más dar comienzo con un “Vanish” que parece sacado de una misa templaria y en un “Menysid” que vuelve a contar con esas coros vocales profundos, acompañados en esta ocasión por unos chisporroteos electrónicos que ejercen de base rítmica. El tema que da título al disco contiene una voz ahogada bajo una capa de reverb y una melodía sencilla pero hipnótica que atrapa. “Agosto” y “Gocce” recuerdan por momentos a unos The Cinematic Orchestra sin beats y “Mud” borra de un plumazo esas comparaciones y se desmarca con otro gran tema que le mete de lleno en un paisaje árido, fronterizo y ramalazos de The Doors, Ry Cooder y John Cage. Tras un par de temas ambientales (“Vaciar”, “Sunder”) llega un “Hello, Chain” que también es solo instrumental pero que tiene un sintetizador a lo Oneohtrix Point Never que atrapa, continuado por un “Rubble” con un ambiente sutil y un lamento de trompeta.

“Garden” es otro de los momentos destacados del disco, con un piano reproduciendo una pieza delicada y bonita con ecos de Nils Frahm. La intensa “Xerox”, a base de instrumentos de cuerda peleando entre sí, crea una buena tensión que precede al último tema y el único que se puede acercar un poco a una pista de baile –eso sí, a primerísima hora de la noche y para la ir calentando un poco los altavoces e ir metiendo en ambiente a los primeros clientes–, gracias a un beat algo marcado y con un tempo bien bajo y una melodía que evoca a los mejores momentos de su primera época de productor, cuando mezclaba lo electrónico y lo orgánico, con un cierre en el que sube de intensidad al final para dar por finiquitado un disco con un toque único y genial que le hace destacar entre tantos artistas tan parecidos entre sí, y que requiere paciencia y algunas escuchas para poder entrar en él y disfrutarlo en su plenitud.

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