Tras el emocionante y etéreo “Yo siempre sueño que sí” (20), Nico Roig, músico curtido en mil batallas, vuelve a escena con su quinto álbum, “Esto frío no vale nada” (23), su trabajo más cálido, alegre y poéticamente cercano hasta la fecha.
Roig, ironía y ternura marca de la casa intactas, vuela libre y aparca las vaporosas texturas intimistas del pop metafísico de sus primeros pasos, abriendo un colorido abanico de sones y fragancias, con la luz mediterránea bronceando suavemente cada uno de los surcos del disco, explorando, abrazando y filtrando por sus propios poros, músicas tradicionales del mundo y de su imaginación. Acompañado de lo más florido del panorama jazzístico y folclorista del momento: Silvia Pérez Cruz, Rita Payés, Lucía Fumero, Alessio Arena, Alba Morena, Pol Batlle, Aleix Tobias, Cra Rosa, Dídak Fernández, Martín Meléndez, Juan Pastor, David Soler Pina, Ramón Mirabet, Elisabeth Roma, Horacio Fumero, y Juan Rodríguez Berbín entre otros.
Once canciones, once bandas sonoras para pequeñas-grandes historias con vida propia que te erizan la piel y dibujan una sonrisa poco a poco, como esa inesperada y refrescante brisa que para el tiempo tras un caluroso día de verano. Así, estos temas compuestos, grabados y producidos por él mismo, se abren paso e iluminan cada rincón: De la pegadiza y juguetona melodía que “cruza medio planeta para encontrar la paz de tus mejillas” en la inicial y resplandeciente “Si la vida fuera sólo esto”, haciendo equipo con Alessio Arena, Lucía Fumero, Pol Batlle y una deslumbrante Rita Payés; a esa onírica habanera fronteriza que nos mece entre olas y narra a fuego lento el hundimiento de un barco en “Veurem ballar les algues”, pasando por la previa y ultrasensorial “Una para que haya otra”, con regusto a Jorge Drexler y unos arreglos instrumentales de altos vuelos, como en la alegre y contagiosa “Estrellita de mar”, con sones de ida y vuelta bajo las alas.
No hay pista que no brille y gane en matices, olores y sabores a cada escucha. A su manera, cualquiera de estas luminosas odas a las pequeñas cosas (a lo que fue, es o pudo haber sido), podrían ser un sencillo del álbum, un latido musical empapado de rocío, con aroma a mar y flores, un destello de la mágica eclecticidad que tintinea en el firmamento particular y colectivo de “Esto frío no vale nada”. Deja que te acune el vaivén de esa sanadora ranchera a ralentí, la hermosísima “Soy esa tonta canción” (con los coros celestiales de Rita Payés y Lucía Fumero), que te estruje el pecho la doliente belleza “De cara blanca” o que, en el parpadeo anterior, “Quiero que veas”, se te acelere el pulso y la alegría corra por las venas a sus anchas, hasta desbordarse en el coreado y adictivo: “No tengas miedo, que solo es tiempo y el porvenir está medio ciego”. Y sí, queda tiempo para perderse y enamorarse, siempre lo hay, con “Tio Pep” o con Silvia Pérez Cruz, regalándonos (una vez más y van mil) una vida extra en la desnudez interpretativa de “El dit petit del món”, tema que firma y canta a corazón abierto, fundiéndose con Nico en la vibrante recta final.
En el cierre se congelan y derriten en “La pena” las manecillas del reloj, con el soniquete de “Noche de paz” zigzagueando entre copos de nieve que, por mucho que lo intentan, nunca borran las huellas de quien tú sabes… “Del amor”, esa es la esperanzadora marca que nos deja Nico Roig (junto a la omnipresente sensibilidad de Lucía Fumero) en este disco acústico y último baile electrónico.
Estamos en marzo y ya se antoja “Esto frío no vale nada” como una de las delicatessen más placenteras del año. Ya sabes, saboréalo antes de que se enfríe, una y otra vez.
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